lunes, 2 de noviembre de 2009

Una neumonía didáctica

La gente no me cree que en ocasiones me pasaba, como Jesús, hasta cuarenta días sin una comida seria. Me alimentaba, creo yo, de mi propio cuerpo, mi peso normal es de 70 kilos y me mantenía entre 45 y cincuenta. En esas épocas, a veces, compraba un boli de cincuenta y dos galleticas de 100 para desayunar, almorzar y comer. Me sostenía con basuca. No era capaz de comprar un boli de cien porque se me dañaba el pielroja. Es apenas lógico que mi sistema inmunológico se deteriorara hasta el extremo y no me explico como no morí en el ensayo.

Hacía días venía sufriendo de una tos persistente y demasiado molesta, me agotaba con facilidad y a veces me cogía una fiebre muy alta. Era tanta la debilidad que tuve que acudir donde una hermana que me llevó al médico. No es que no fuera capaz de ir solo sino que ir con ella me reportaba ventajas adicionales, pensaba que después de ir donde el médico ella me regalaría algún peso para seguir fumando. Llegamos al sitio de Susalud en el que yo consultaba y me atendió una doctora muy amiga de mi hermana. Ella apenas me vio le dijo:
- Soco, te está manipulando, no tiene nada. Se le nota la ansiedad por encimita. Sin embargo le voy a mandar un examen para que estés tranquila.
- Gracias, hacelo por mí.
Me mandaron el examen, eran unos rayos X del sistema respiratorio. Al ver la radiografía, la doctora se puso pálida y le dijo a mi hermana que me llevara inmediatamente a una clínica, en la radiografía no se veían los pulmones, sólo una masa blanca en su lugar. La doctora le dijo que ella jamás había visto una cosa como esa.

Después de algunas consultas decidimos ir a la Clínica de las Américas y allí me hospitalizaron inmediatamente. Me llevaron a una pieza, me pusieron tapabocas y colocaron un aviso para limitar la entrada a mi habitación al personal médico. Toda persona que entraba lo hacía con tapabocas. Me mandaron una serie de exámenes. Sospechaban de tuberculosis, sida y neumonía. A los dos o tres días me diagnosticaron una variante de neumonía aguda, me permitieron las visitas y me quitaron el tapabocas.

Es extraño que tenía que estar hospitalizado para recuperar momentáneamente mi vida social. Me visitaron algunas de las personas a las que presuntamente les importaba y a las que normalmente no veía. Es muy grato recobrar el sentido de pertenencia a la raza humana, no importa que sea por circunstancias de alguna manera negativas.

El tratamiento fue largo y el médico, un experto neumonólogo de Medellín se dedico con alma vida y sombrero a sacarme adelante.

De esta historia quiero recordar dos o tres cosas:

Cuando ya estaba prácticamente curado, le pedí al médico permiso para salir de la Clínica, me lo dio y me fui, prácticamente sin plata, a fumar basuca en el otro extremo de Medellín. Regrese varias horas después y cuando me vieron regresar me dijeron
- ¿Dónde estaba? El médico lo está buscando hace rato, vaya dónde él. Lo busqué y al verme me dijo:
- Juan Bautista ¿Dónde estaba?
- Doctor, dando una vuelta.
- ¿Por dónde?
- En el centro
- Juan Bautista, le di permiso para salir, pero dentro de la clínica.
- Excúseme doctor, no le entendí, la vuelta que le dije era por el centro. Tuvimos un malentendido.
- Está bien. No vuelva a salir mientras no le de de alta.
El médico nunca se imagine la razón de mi salida y yo realmente me preocupé mucho por lo que el pensara de mi. Su dedicación había sido ejemplar.

El otro aspecto que quiero resaltar es lo que paso en mis visitas post-tratamiento.
Después de que se me dio de alta regresaba mensualmente a control, en la tercera cita me pidió las radiografías que yo conservaba, me dijo que me las devolvería en la semana siguiente. Así pasó y repitió su solicitud en los dos meses que siguieron. Cuando me solicito las radiografías por tercera vez, no me aguanté y le pregunte
– Doctor, ¿y usted para que necesita mis radiografías?
–Juan Bautista, soy docente, y su caso esta tratado profundamente en los textos: existen dos teorías que uno tiene pocas ocasiones de corroborar con la experiencia y la suya es un ejemplo de que la teoría menos traumatizante y costosa puede funcionar en la realidad. Unos dicen que es necesario operar y otros, la minoría, que es posible un tratamiento como el que yo le aplique a usted. Con sus radiografías les muestro a mis alumnos que esta segunda teoría si funciona. Su evolución fue perfecta. Me siento muy agradecido por haber tenido la oportunidad de atenderlo.
- Doctor, porque no se queda entonces con las radiografías.
- No Juan Bautista, no es necesario, así está bien. Me devolvió las radiografías, no me dio más citas de control y jamás lo volví a ver.

sábado, 31 de octubre de 2009

Seis basucos para una convalecencia.

Nada más aterrador que quedarse sin un basuco y tener una posibilidad de conseguirlo igual a cero. Ese día, tenía en mi correa, sitio donde los guardaba celosamente, seis basucos. Muy preocupado porque se me agotaba el tiempo para conseguirme un peso para comprar más, miraba y miraba, volteaba y volteaba tratando de encontrar a alguien que me ajustara con que comprar por le menos tres más. Mi mayor esperanza era Nanico, un antiguo amigo de infancia, cada que me lo encontraba me daba de dos a cinco mil pesos y frecuentaba la zona de Maracaibo con Palacé en donde yo me encontraba, mi otra esperanza, muy remota por cierto era un hijo con quien me había quedado de encontrar allí cerca, en el salón de ajedrez Philidor. Mi hijo era duro como el acero. Con muchas dificultades me soltaba, muy ocasionalmente, mil pesos. Por esa razón estaba concentrado en Nanico, recorrí por lo menos quince veces las dos medias cuadras en donde me lo podía encontrar y nada de nada, en el último recorrido de ese atardecer, estaba pensando en como fumarme uno de los seis que tenía, minimizando la posibilidad de que Nanico me pillará o que todavía peor se me fuera a ir sin verlo si es que estaba en esa zona.

Con la duda atravesándome, recuerdo que iba a cruzar de la salida del Pasaje Junín Maracaibo hacia el Hotel Nutibara cuando me vi volando. No sentí absolutamente nada, un señor se bajó de un taxi muy preocupado, me recogió del suelo a donde había ido a caer, en ese momento me di cuenta que me habían atropellado. Si sentir nada, me toqué por todas partes y le dije al señor que se fuera que no tenía nada.

El señor, sin hacerme caso, me dijo:

- Vamos, venga lo llevo a una clínica a que lo revisen.
- No señor, no es necesario, no me pasó nada. En esas se me acercó otro señor y me dijo:
- Amigo, hágale caso es mejor que lo revise un médico, ese carro siempre lo levantó muy duro.
- Le hice caso y me dirigí al carro, momento que aprovechó el señor para decirme en voz muy baja:
- Hermano, déme esos cosos, que de pronto se los pillan en la clínica.

No me explico como se dio cuenta de mi tesoro, pero eso si es mucho optimismo.

- Primero muerto, ¿está loco o qué?- le contesté. Oigan a este, no se preocupe por mí.
- Venga pues lo acompaño.
- No hermano, me voy sólo y apresuradamente me monté al carro y el chofer afortunadamente arrancó sin esperar más.

Me dijo el chofer que fuéramos al CES que era una clínica buena y cercana, allá nos dirigimos y a mi lo único que me preocupaba eran mis basucos, los escondí apresuradamente en donde no tuviera riesgo de que me los encontraran en la clínica si acaso me tenía que quitar la ropa.

Llegamos al CES y fui beneficiario, sin saber que era eso, del SOAP, el chofer hizo los trámites del caso y no hubo ninguna dificultad para que me dejaran en la clínica para los exámenes de rigor. Hice llamar a mi hijo al sitio de encuentro para que le contaran de mi accidente y afortunadamente lo encontraron. En este momento no estoy seguro pero creo que hasta la mamá de mis hijos, de quien me encontraba separado hacía muchos años, se apareció por allí.

Es increíble, pero tenía la clavícula quebrada y no había sentido dolor alguno, no recuerdo si sentí algo después de que llegué a la clínica, lo que si recuerdo era la ansiedad que me acogotaba sabiendo lo que tenía escondido.

Mi hijo llegó al rato y fue para mi gratísima compañía. No recuerdo nada sobre mi curación. Creo que al final me pusieron una tira para cargar mi brazo, sin enyesarme ni nada parecido a lo que acostumbré a usar en mis anteriores quebradas. También creo que salí con mi hijo caminando por las calles de Prado hacía mi residencia, si es que acaso la tenía en esa época.

La verdad no se de que manera terminé fumándome mis seis basucos, estoy seguro de que me los fumé, no se si después de que me alejara de mi hijo con cualquier pretexto para poder fumármelos o si fue que después de que él me llevara a mi hipotética casa, salí raudo a fumarme lo que tenía. ¿Imagina alguien las dificultades para armar un basuco con una sola mano? Es mejor no imaginárselas, los recursos del ser humano son infinitos y estoy seguro del alarde de paciencia que tuve que tener para armarlos y fumármelos uno detrás del otro.

Un abrazo a quien siempre estuvo conmigo en esas dolorosas épocas, no importan las razones por las que lo hiciera. Lo cierto es que su compañía fue un bálsamo en tantas horas de miseria y de dolor no sentido.

Me imagino su inconformidad por este mi insustancial agradecimiento, La realidad es que esa palabra define muy bien lo que yo era: un ser insustancial en su forma pero mera sustancia en su esencia. Juan David tiene que excusarme por este párrafo, evidentemente me inspiré en Carolina Sanín y eso es porque también quiero estar por lo menos en la antología que él publicará algún día.

Amen, amen y amen

Algunos de los muertos que me rozaron

El primero fue Hernancito, tomaba pastillas de seconal y apacil por allá en los años sesenta y murió a sus 20 años por una sobredosis. Era mi amigo y se degeneró consumiendo trago pastillas y marihuana.

El bizco Ochoa, lo mataron a sus veintidós años, era compañero de farra de Hernancito y lo mataron después de un atraco.

La gorda Mora, consumidora de basuca con monedas conseguidas en sus recorridos nocturnos, pedía plata al que se le atravesara para consumir con su mejor amiga. Ésta la hizo matar porque la mantenía cansada.

El negro Juan, lo mataron porque se equivocó al atracar a un tipo demasiado bravo. También consumía basuca junto a la facultad de medicina de la UDA.

Banano, jíbaro de la esquina donde consumía el negro Juan, lo mataron por la misma razón del negro.

Quique, rebuscador de la esquina donde consumía el negro Juan, lo mataron por la misma razón del negro. El atraco lo hicieron entre los tres y a los tres se los cobraron.

Miguel, un pastillero que se mantenía donde doña Libia, en el palo con la 42, lo contrataron para matarme, estaba conmigo y se tomó unas patillas para darse valor, logré volármele y regresé a la tres horas y me recibieron con la noticia de que se había matado tirándose en un charco y estaba tan trabado que cayó afuera. No sobra advertir que me volé a las dos de la mañana y el se tiró al charco a la cinco AM. ¡Cómo sería la traba!

Lucía, una jíbara que se encargaba de la droga en una casa en buenos aires, se dedicó a robarles a los clientes tirándoles chuzo, cuando menos lo pensó, llegaron tres tipos a la tres de la mañana y le pegaron dos balazos después de tumbar la puerta. No tuvo tiempo de montar en su caballo.

Cinco vecinos de doña Libia, una noche, precisamente la misma en que atracaron a Marión y la dejaron en pelota, cinco fueron los vecinos que mataron en una masacre que no vi pero no olvido. A la que si vi fue a Marion llegar muerta de la rabia el día de su atraco, en pura almendra a la casa de doña Livia.

Siete fueron los muertos en la Guayana, los mataron para desacreditar el sitio porque no habían pagado la vacuna que semanalmente le daban a la policía. Era un sitio tan deprimente, que a mi, que todo lo había visto, me daba miedo ir. Los muertos eran siete miserables adictos a los que no les importó morir con tal de hacer lo único que sabían: consumir basuca.


El mono, era una persona de aspecto relativamente distinguido, lo mataron de siete balazos, una madrugada en que salió a comprar diez basucos para que le regalaran uno y le pagaron con plomo. Esa noche, en pleno apagón de Gaviria fui yo la persona encargada inicialmente do comprar los basucos de la muerte.

Juanita, trabajaba como campanero donde Javier, era un marica muy apreciado en el negocio de basuca de Javier, una noche me dijeron que lo habían matado y juro que lo vi a la semana siguiente. Después nunca lo volví a ver y me confirmaron que realmente lo habían matado. Nunca supe que pasó: ¿lo ví, lo imagine, me anticipe a su muerte?

Juancito, un pelado que se mantenía escuchando un disco llamado Juanito Alimaña:

"La calle es una selva de cemento
y de fieras salvajes, cómo no
ya no hay quien salga loco de contento
donde quiera te espera lo peor
donde quiera te espera lo peor

Juanito Alimaña con mucha maña llega al mostrador
saca su cuchillo sin preocupación
dice que le entreguen la registradora
saca los billetes, saca un pistolón. ¡Pum! "

y muerto de ganas de hacer una vuelta para salir de pobre. Al final pudo hacer la vuelta, recuerdo la cadena de oro tan estrambótica con la que se la pagaron y recuerdo mejor que tres días después desapareció para siempre porque es muy común que una vuelta la paguen con otra destinada al que hizo la primera.

lunes, 5 de octubre de 2009

Un día en la vida de un adicto.

Mí día realmente comenzaba la víspera y era, siempre, la misma rutina. Antes de acostarme, me pasaba unos minutos decidiendo si me fumaba los dos cosos que tenía o si los guardaba para hacerlo al levantarme. Me despertaba a las 6 de la mañana, lo primero que hacía era un recorderis sobre la decisión tomada, si de pronto me había quedado un basuco de la noche anterior, si lo tenía, eso me elevaba el espíritu, a continuación recordaba cuanto dinero tenía en el bolsillo, por supuesto que era rara la vez en que tenía un peso y nunca tenía más de novecientos. Si tenía algo, me bañaba y pedía desesperadamente el desayuno para irme a fumar el primero, si tenía dos me iba sin desayunar y si no me alcanzaba para un basuco inmediatamente maquinaba la forma en que iba a completar los mil cincuenta pesos que necesitaba para el primero.

Desayunaba y salía, siempre a pie, para irme a esperar a la secretaria de la oficina en la cual “trabajaba”. En el camino, me fumaba siempre uno, dos o hasta tres basucos. Llegaba al parque de Berrio y me paraba a esperar a la secretaria, no sé cuantos giros daba para no perderme su llegada. Normalmente llegaba a las 7:30 de la mañana y la acompañaba en el ascensor para que no se me fuera a escapar. Ella sabía que venía por la plata para desayunar: tres mil doscientos pesos recibía y bajaba aceleradamente para ir a fumarme tres basucos. Recorría cinco o seis cuadras y me los fumaba. Regresaba a la oficina, normalmente a las 8 pasadas y comenzaba a “trabajar”. A veces algo hacía, pero mi único pensamiento era como me conseguía, antes de la hora de almuerzo, mil cincuenta pesos para fumarme uno. Si los conseguía salía y regresaba en quince o veinte minutos y en esas me la pasaba toda la mañana. Desde las 11: 30 comenzaba a planear el almuerzo y a las doce, antes si mi hermano se había ido, pedía la plata para ir a almorzar. El almuerzo consistía en cinco o seis basucos más que me duraban hasta la 1 de la tarde, a la una regresaba a la oficina para seguir “trabajando” y el trabajo consistía en estar siempre atento a la menor oportunidad de irme a consumir. Los sistemas eran muy variados: niña, le decía a la secretaria, déme tres mil pesos para ir a EE.PP y estoy seguro de que ella sabía para que era, pero si mi hermano lo autorizaba y normalmente yo ya lo había embaucado para que me dejara ir, no tenía más remedio que dármelos. Los clientes que yo visitaba en el mes no tenían contadero pero lo que si se contaba muy fácil eran los resultados de esas pretendidas visitas: nulos. Otro sistema era comprar un libro para capacitarme y ocasionalmente esto me resultaba. Me vendían el libro por tres y yo cobraba diez y con la diferencia iba a fumar basuca. A veces también pedía plata para ir donde un compañero que me iba a enseñar algo sobre mi trabajo. ¡Cuánta credulidad en mi hermano!

Al ir acabando la tarde, me preocupaba más que en el resto del día, ya eran los últimos pesos para la comida y la vivienda y por eso estrujaba mi creatividad tratando de conseguirme algún peso adicional. A las cinco o cinco y media salía disparado a gastarme la plata que me habían dado, ese dinero me duraba aproximadamente hasta las siete o siete y media de la noche, entonces, empiece Cristo a padecer. ¿Cómo conseguirse uno mil pesos a esas horas? Ya sabía con quién podía contar, dependiendo del día, hubo personas que nunca me fallaron y hubo otras que nunca cayeron en mis redes. Hasta tenía un excompañero al cual le caía a las cuatro de la mañana al salir del turno de la noche. No se cansó hasta el final, pero se canso. Mi último recurso era el casero, era este un señor, adicto recuperado y ladrón declarado, me prestaba cinco por cincuenta, cuando lograba cuentearlo, aunque normalmente me estrellaba contra los muros, su señora era inconmovible y lo manejaba con el dedo chiquitico.

Todos mis cigarrillos me los fumaba en la calle, pues ya era incapaz de encerrarme en una olla.

Ocasionalmente resultaban recursos extras y cuando eso pasaba me perdía de la oficina hasta el otro día. Esto que cuento ocurrió en los gloriosos, es decir en épocas en que por lo menos tenía un trabajo y unos ingresos diarios garantizados. Hubo épocas más difíciles pero siempre me resultó con que seguirme destruyendo. Como decía un anciano que recogía dinero en los buses para irse a fumar basuca: primero se acaba el helecho que los marranos y aunque es una frase dolorosa para quien se cree muy uva es cierta.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Una moto para el Jíbaro

Aquella noche, como tantas otras, había llegado muy temprano donde el mueco y ya sólo me quedaban cuatro mil pesos para dos basucos. En esas tocaron la puerta y para mi alegría entró Pedro María, era este un joven de unos treinta años, trabajaba como mensajero en una empresa de la ciudad y venía, como otras veces a pegase una rumba para gastarse su pequeño salario en sentirse rico por una noche. Y lo consiguió, éramos siete personas las que estábamos esperando, antes de su llegada, que se nos apareciera la virgen, y se nos apareció. Los siete estábamos sentados con él. A mi me sacaron del parche por razones incomprensibles para mi. De los siete yo era el que más gastaba en esa casa y sin embargo al mueco le daba como rabia que me invitaran. Me retire sin decoro alguno y ocasionalmente me daba una pasadita por allí para que me invitaran a un pitazo cosa en la que obtenía éxitos ocasionales. Poco duró el sueldo de nuestro amigo el mensajero, en unas tres o cuatro horas se evaporaron en humo los cuatrocientos mil pesos con los que llegó, y realmente no entiendo como le pudieron durar tanto. Pero quien dijo miedo: allá en la puerta estaba su flamante vehiculo, adquirido a crédito con mucho esfuerzo para poder cumplir con uno de los requisitos más importantes de su nuevo cargo: “Se busca mensajero con moto”. Dicho y hecho, con ese respaldo Pedro María aseguraba su reinado por varias horas más y Mi`apá lo respaldó:
- Miguel, ¿me suelta unos cosos en la moto que se me acabó la plata?
- Claro Pedro, entrégueme la llaves y la matricula y pida hasta un melón doscientos
- No, yo que voy a pedir todo eso, es para fumarme unos cosos.
- Hágale, usted verá hasta cuando.

Obvio que Miguel sabía que la moto se iría enterita y desde hace rato él había tomado las medidas para que a Pedro no le faltara nada.

Pedro siguió como nuevo rico hasta bien entrada la mañana del nuevo día, al fin, como siempre pasa, el fiado se acabó y a pesar de su insistencia no pudo conseguir un peso más. En esas circunstancias vino Pedro a caer en cuenta de lo que había hecho. Me parece que lo veo dándose con la cabeza contra los muros repitiéndose insistentemente, ya en la soledad de los sin plata: “Yo si soy mucho hijueputa tan guevón”

Pedro María perdió su trabajo y nunca pudo recuperar su moto, Miguel le tuvo que financiar cincuenta mil pesos en una corta rumba para que le hiciera el traspaso de la moto y me lo volví a encontrar en otra rumba similar cuando logró que le pagaran el primer salario de un nuevo cargo que logró conseguirse. ¡Que desperdicio!

jueves, 17 de septiembre de 2009

Siete balazos por un bazuco

En aquella época, pleno apagón de Gaviria, me la pasaba , prácticamente todo el tiempo, en dos casas, una al lado de la otra, que quedaban en la carrera el Palo con la calle 42 de Medellín, cerca de la tenebrosa zona de Niquitao, en ninguna de las dos vendían basuca aunque en las dos nos manteníamos fumándola. Los que tenían mucha plata mandaban comprar la basuca a los que no tenían, pocas cosas se agradecían más que el hecho de que uno fuera el escogido para ir a comprarla, eso implicaba un basuco para el mandadero. Una noche, a eso de las tres de la mañana, me quedaban seis basucos para fumármelos mientras amanecía y los estaba tasando como se tasan los tesoros que no han de volver, en esas me dijo el marica Alberto:
- Don Juan, que si quiere ir comprar 10 y le dan uno.
- Claro Alberto, listo
- Espéreme, voy por la plata
Esperé unos dos o tres minutos y volvió Alberto con cara de circunstancias:
- No don Juan, va a ir el mono. Bregué mucho para que lo mandaran a usted, pero el mono se impuso y como la Rosa es la que manda.
- Tranquilo Alberto, que se va a hacer.

Con esa frase ocultaba mi frustración. Un basuco es un basuco y acababa de perderlo. Nada me importaba que la calle estuviera completamente a oscuras, ni que esa compra fuera en las ollas de Niquitao, ni que todos los días mataran una o dos personas en esa zona.

En esos momentos llegó el mono hasta la puerta, me miró con socarronería y se marchó a hacer su vuelta.

Cinco minutos después se escucharon una serie de disparos que nadie alcanzó a contar, lo único claro es que eran más de cinco. Todos nos quedamos preguntando que habría pasado.

Transcurridos otros diez, la mayoría de los contertulios habituales de la casa comenzamos a preguntarnos se los balazos habrían sido para el mono, si en ese caso se habría volado o que habría pasado. Lo cierto es que el mono no llegaba. A las cuatro de la mañana, el comprador frustrado me solicitó uno de mis basucos en préstamo “mientras viene el mono”. Creo que él como nosotros ya sabía que el mono no regresaría. Inmediatamente le dije que no y agradecí interiormente que cualquiera que hubiera promovido el cambio de mandadero, éste se hubiera realizado.

A las 5 y media de la mañana, alguien se atrevió a salir de la casa por primera vez después de los balazos. Llegó diez minutos después, si señor, fue el mono. Lo persiguieron por Niquitao, se escondió debajo de un carro, aquí, en la cuadra de arriba, lo encontraron y le metieron siete balazos. En este momento los curiosos estaban esperando que vinieran a hacerle el levantamiento. Yo no me lo creía, me salve nuevamente. La verdad es que cualquiera de nosotros, los basuqueros de entonces, nos hubiéramos hecho matar por ganarnos un basuco. ¡Que tristeza! Julián fue uno de los que fue por la tarde a la morgue a identificarlo y vino impresionado por la familia del mono, eran cinco hermanos, todos profesionales y de buena posición social. Con seguridad que agradecieron que su problema se hubiera terminado. La realidad es que el no era ningún problema para nadie, excepto para si mismo. Su vida era un desperdicio y un dolor de cabeza ocasional para su familia y nada más. Por eso, ahora que salí de allí, me siguen dando rabia las llamadas limpiezas sociales.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Elegancia

¡Es una elegancia!, Si señor ese man es una elegancia. Esa frase ahorraba adjetivos laudatorios en la descripción de las características de una persona.

Cuando llegué a esa casa y todo el mundo llamaba Elegancia a un tipo desmirriado, y con todo el aspecto de una serpiente cascabel, me quedé de una pieza y me pregunté, y aun me los sigo preguntando, la razón de tan inapropiado sobrenombre. El señor ese no se destacaba absolutamente por nada. En orden de importancia lo que se le veía por encimita era:

• Un gay que se avergonzaba de serlo, aparentando ser muy hombre, esos me aterran. Si son maricas que no enronquezcan la voz
• Un escapero, esa era su profesión.
• Un azarador permanente. Todas sus palabras estaban destinada a aterrorizar el vecino que se encontrara cerca.
• Por último, y lo más notorio, un basuqero de tiempo completo.

En esos tiempos en que lo conocí, me mantenía en casa de Miguel el mueco, era este un mandadero cuya persistencia en trepar socialmente lo había llevado a ser el dueño de la casa a donde acudíamos, entre otros, Elegancia y yo diariamente. Él lo trataba como mi apá y yo simplemente le decía Miguel. Este se había hecho sacar la dentadura, completa, para dizque no volver a tener dolores de muelas y lo consiguió de esta manera radical.

Miguel se surtía con mercancía muy acreditada entre los usuarios del servicio y cobraba la calidad duplicándonos el precio a nosotros sus sufridos y aguantadores clientes. En esos días me resultaron buenos ingresos por mis trabajos como programador de computadores. Le vendí un programa de computadores a un curita en el barrio 12 de octubre y este diariamente, mientras ponía a funcionar el sistema, me abonaba entre 25 y cuarenta mil pesos que religiosamente se quedaban donde el mueco. Vendí otro de mis programas a un investigador de mercados y el dinero tuvo el mismo destino, le vendí el sistema del cura al párroco de una iglesia en Sabaneta y este negocio marcó el comienzo del fin de mis viajes donde el mueco. Creo que después de esta historia ya no volví a encerrarme en ninguna casa a fumar basuca. Lo hacia recorriendo las calles de Medellín y algunos municipios vecinos.

Como venía diciendo, el mueco traía la basuca de un proveedor muy acreditado y en esos días de mi historia accedió, después de muchas negativas, a comprar una libra que un señor había traído del sur de Colombia, lo cierto es que la compró y se dedicó durante algunos días a empacar su propia mercancía. Esto, por supuesto, le traía más riesgos que comprándola ya organizada a un proveedor externo. Un día, por cierto el mismo en que logré que el curita de Sabaneta me cancelara el programa que le había vendido, estábamos todos reunidos fumando unos más que otros, pero todos lo hacíamos con la misma ansiedad de siempre, Elegancia estaba con un tipo que yo por lo menos no conocía y por casualidad nos encontramos en uno de los salones de la casa. Como siempre acostumbraba se dedicó a conversar con su amigo de una manera criptográfica, dejando deslizar ocasionalmente frases en las que sin mencionarme, me agredía y me hacía conocer veladamente amenazas que no podía comprender. Por fin, no se aguantó y le dijo directamente a su amigo: Hoy si es el último día que Juan B. viene a esta casa. Ya está todo listo. Yo me retiré de la sala, tratando de no demostrar el susto que tenía. El vivía en esas, aunque era la primera vez que lo hacía de esa manera tan directa.

La plata que me había pagado el cura ya se había terminado, a no ser por dos o tres mil pesos que siempre escondía para el amanecer, como en algunas otras ocasiones Miguel me había fiado para que siguiera fumando lentamente. Estaba la parranda en todo su apogeo cuando casi tumban la puerta de los golpes tan tesos que le estaban dando y comenzaron a gritar repetidamente ¡Abran la puerta! Todo el mundo a sus puestos, inmediatamente se vio que era la policía y todos corrimos a esconder los cosos que teníamos. Mi apá le ordenó a sus hombres que escondieran lo armado y lo que quedaba de la libra de basuca. Nos llevaron a todos para la sala y nos dieron elementos para aparentar que estábamos trabajando en la pintura de cerámicas. A todos nos tocó ensuciarnos con la pintura que nos fue entregada junto con pinceles, brochas y artesanías.

Cuando todo estaba organizado, mi apá, llamó a un teléfono de un alto oficial de la policía que se lo había dejado porque la última vez que entró la policía se presentaron abusos que el oportunamente denunció, 30 segundos después de comunicarse con él, dio la orden y le abrieron la puerta a la policía. Entraron insultando y gritándole a todo el mundo, mi apá tranquilamente le dijo al oficial que le reclamaba por la demora en abrir:

- Por favor, que pase al teléfono.
- Cual teléfono ni que putas. No tengo que hablar con nadie.
- Vea señor, es su jefe, por favor puede pasar. El oficial desconcertado tomó el teléfono y no se la creía cuando efectivamente era su superior jerárquico.

Después de la conversación, cesó en sus insultos, no se creyó el cuento de las cerámicas, sin embargo, al no encontrar nada después de mucho buscar, se retiró muerto de la rabia con todos sus poliches.

Cuando se fueron, me dio miedo, y empecé a decirle a todo el que me encontraba que con seguridad eso era un soplón, lo hice para alejar cualquier sospecha y lo único que conseguí fue confirmar la trampa que Elegancia hábilmente había organizado contra mí.

Pocas veces he sentido el miedo que me dio ese amanecer. Seguimos fumando, una vieja siguió pegada de mis plones, todos los demás se retiraron discretamente de quien todos, incluido el suscrito, sabíamos que estaba condenado.

No se cual será el sistema de comunicación que se establece para sin decir una palabra todo el mundo sepa lo que está pasando y peor aun, lo que va a pasar.

Unas tres horas después de irse la policía, tocaron a la puerta. Cada que tocaban yo miraba expectante quien era el que iba a entrar y en esta ocasión cuando vi el señor que entró tuve la seguridad de que ese era el sicario encargado de hacerle el trabajito a Miguel, todo generado por la película que elegancia le monto al mueco. Para certificar mi pálpito, la pecosa, quien continuaba acompañándome, se retiró bruscamente de mi lado dejándome sólo. El señor apenas entró subió donde Miguel y bajó diez minutos después, dirigiéndose hacia el sitio donde yo estaba. Sin dejarlo llegar salí inmediatamente hacia donde el mueco. Su puerta estaba abierta y vi su sorpresa porque nunca imaginó que subiría a hablar con él.

- Miguel, le dije, ¿qué pasa? ¿Por qué me van a matar?
- Oigan a este, me dijo. ¿Por qué crees que te van a matar?
- Yo se. ¿quién es el responsable de que viniera la policía? ¿qué te dijo Elegancia?
- El dijo que usted fue con un curita de Sabaneta a poner una denuncia contra esta casa porque aquí vendían basuca
- He ave María, ¿y él cómo supo del curita de Sabaneta?
- Yo no se, pero no se preocupe que nadie lo va a matar.
- No le creí y le dije
- Miguel, lo que uno hace se lo cobra la vida, no se le olvide. En ese momento intervino su mujer, la bizca Rosalba y dijo:
- Si mijo, eso que dice Juan B es verdad

Salí de la pieza y baje las escalas, al bajar sentí un silencio tan profundo que me devolví apresuradamente para donde Miguel pero el había cerrado la puerta y no me quiso abrir. Sin decir una palabra me dirigí a la azotea de la casa, rogando porque la fiera de perro que Miguel tenía estuviera encerrada. No la sentí y me dirigí al techo saltando rápidamente los dos pisos que me separaban de la calle. Al llegar al segundo, salí al techo de un parqueadero y mientras pensaba como saltar, se quebró una teja y caí sobre una moto del parqueadero. Inmediatamente llegó uno de los funcionarios del parqueadero. Me sujetó y me reclamó airadamente por la teja y el golpe a la moto. Le rogué desesperadamente porque me dejará salir contándole que me iban a matar. No se compadeció, le insistí y le insistí diciéndole que aunque no tenía plata me dejará hacer una llamada y yo se la conseguía. En esas estaba cuando me dio por mirar hacia la casa de donde me había volado y los vi a todos en el muro, supuse que ya estaba que llegaba el sicario y ellos se agarraron a gritar:
- No le crea nada y no lo deje ir

Ellos que gritan eso y aun hoy no se que pasó. Cinco segundos después estaba yo en la calle corriendo lo más lejos posible de esa casa. Me fui recorriendo las calles de manera que no me encontraran al perseguirme. No miré una sola vez para atrás hasta llegar al barrio Guayaquil, distante unas quince cuadras de donde me encontraba. Allí me metí a una olla que conocía, compre dos cosos con dos mil pesos que tenia guardados y me los fume, junto con los que me quedaban de donde Miguel. Con mucho miedo, salí unas dos horas después, llamé a un amigo y le conté el peligro en que estaba. En ese momento me di cuenta de que tenía sangre en la cabeza y el hombro me dolía mucho. Fui donde mi amigo en un taxi que el me pagó. Allí conversamos y se ofreció a llevarme a Policlínica, pasamos por la casa dónde yo vivía y a la distancia vi a Miguel el mueco con uno de los contertulios de su casa, iban por la zona donde yo vivía y supuse que estaban buscándome. El no sabía exactamente donde pero si conocía la zona. Me agache, le comente a mi amigo y seguimos para policlínica. No me di cuenta de la ruta hasta que íbamos a pasar exactamente por la casa de Miguel, me aterroricé y lo regañé por imprudente. ¡Que descaro el mío! No se inmutó y siguió conmigo hasta policlínica. Me atendieron y afortunadamente no me había pasado nada serio.
¿Qué hacer? No tenía a donde ir, pues no pensaba volver a mi sitio de residencia, ninguno de mis familiares me recibía en su casa y no tenía, en síntesis a donde ir. Una de mis hermanas se condolió y me consiguió con un curita amigo una finca donde me fui a vivir por dos meses largos. Después de este tiempo, cómo es la locura de un adicto, volví a la casa de Miguel el mueco. Fui aproximadamente unos tres meses más y por las cosas que me pasaron no volví a fumar encerrado en una casa. Era incapaz de aguantar la psicosis que me producía estar encerrado.

martes, 25 de agosto de 2009

Un trabajo urgente

El trabajo lo había comenzado a tabular a mediados de diciembre y nadie me advirtió de la necesidad de terminarlo antes del 30. Trabajé muy relajado en esa tabulación y en la semana del 24 me perdí de la oficina, como la hice en muchas ocasiones anteriores.
Fue el 22 cuando salí de la oficina con cincuenta mil pesos que logré sacarle a Álvaro y el dinero como siempre se fue en cuatro o cinco horas, después seguí fumando basuca con los escasos recursos que conseguía con los amigos que todavía se dejaban molestar, eso nada me importaba, estaba muy acostumbrado.
El 26, en las horas de la mañana, caminaba sin esperanzas cerca de la plaza donde acostumbraba mercar, por más que pensaba no lograba encontrar un sitio ni un amigo con quien conseguirme un peso. Nada más lejos de mi mente que el trabajo que tenía suspendido. En esas sentí un pito que tocaba y tocaba insistentemente sin que a mi se me ocurriera mirar. ¿Quién me iba a pitar a mí?
Entonces escuché que alguien me llamaba insistentemente:
- Juan, Juan. Volteé a mirar y, para mi profunda tristeza, al frente se encontraba Álvaro, el amigo que me había encargado la tabulación. Tenía tanta pena que no me atrevía ni a mirarlo.
- Juan, montate por favor. Me monté y el siguió:
- Juan, ¿qué te pasa? Estoy urgido de ese trabajo, la señora se va el primero de enero para Inglaterra y debido a tu demora logró que le concedieran una cita extraordinaria el 31, imagínate, por la fecha, la urgencia que tienen. No me causés más perjuicios.
- ¿Tenés demasiada ansiedad?, - Me preguntó
- Sí Álvaro, estoy desesperado por fumar de esa cosa. Sobra decir que, cuando el me hizo la pregunta, inmediatamente vi que tenía la oportunidad de conseguir con qué seguir fumando.
- Hagamos una cosa, me dijo. Te vas para la oficina a terminar el trabajo, llevás la basuca que querás y fumas allá, trabajando, hasta que termines. ¿Podés trabajar fumando?
- Claro que sí.
- Si se te acaba, me llamás a la hora que sea y vamos a comprar para que no te me volés. Eso sí, te dejo encerrado.
- Listo Álvaro
Dicho y hecho, salimos inmediatamente para la cercana plaza donde yo mercaba y allí para sorpresa de mi jíbaro preferido, al cual le estaba rogando hacia 20 minutos que me fiara un coso, llegué en carro y, sin preámbulos, comprando 30 cosos.
Nos fuimos inmediatamente para la oficina. Me dejó instalado con la recomendación de que lo llamará apenas se me acabará, cerró la puerta y se fue.
Yo no me la creía. Desesperadamente me fui para la oficina, me ubiqué en que punto del trabajo había quedado y ¡a trabajar!
El trabajo consistía en la tabulación de una encuesta orientada a seleccionar el logo de una empresa importantísima del municipio de Medellín cuyo lanzamiento ocurriría el 15 de febrero y los tiempos estaban limitadísimos para la impresión de lo todo lo relacionado con el logo.
Sabía exactamente qué debía hacer y mi trabajo era muy sencillo: programaba el computador para que trabajará unas dos horas y mientras el computador trabajaba yo fumaba y fumaba sin parar un minuto. Cada que terminaba una etapa de dos horas, paraba la fuma, programaba otras dos horas y arranque. Inmediatamente se me estaba acabando la basuca, llamaba a Álvaro e íbamos juntos por más. No importaba la hora del día o de la noche. Él siempre respondía a mi llamada. Lo llegué a buscar a las tres de la mañana y allí estaba a los veinte minutos.
En esas me la pasé durante cuatro días, no sobra comentar que no dormí un solo minuto, no lo necesitaba. Terminé mi trabajo, me pagaron los pocos pesos que me quedaron y ese día, después de tantas cagadas como le hice, Álvaro por fin tomó la sabia decisión de echarme para la quinta porra.
El trabajo quedo de primera, nada más estimulante que lo que mi amigo hizo para atraparme, a mi amigo, a quien la contrató y a la empresa del logo no les pudo ir mejor.

Después de esta experiencia con mi amigo mi good will en la plaza subió como espuma todos supieron que mi capacidad laboral era importante para por lo menos una persona, el jíbaro siguió confiando ciegamente en mí durante dos o tres semanas y se portaron conmigo como con un príncipe durante el mismo tiempo. No fue otra la razón por la cual acompañé siempre a Álvaro a comprar la basuca, mi estrategia resultó de maravilla. Álvaro, no faltaba más, dejó de darme trabajo durante unos dos años.

No volví más a su oficina aunque él nunca se alejó completamente de mí. Siempre estuvo y continúa estando conmigo. Conservo por él un cariño que me acompañara hasta la muerte. Su humanidad me impacta verdaderamente. Es el prototipo de las personas con las que cualquiera puede contar. Sólo el era capaz de comprender la intensidad de la ansiedad que obliga a un adicto a hacer cosas que realmente no quisiera hacer y aunque mi concepción de Dios sea es incierta, le pido en este momento que lo bendiga.

jueves, 13 de agosto de 2009

Una plaza

A pesar de llevar varios años en el mundo de la droga, no sabía lo que significaba la expresión: una plaza. Me dio mucha rabia cuando una amiga se dio cuenta de en que andaba yo y me preguntó sin preámbulos:

- Que hubo, ¿estabas mercando?
- ¿Mercando? ¿Cómo así?

Y no necesité más, en ese momento caí en cuenta de que era mercar y que era la tal plaza. No se que me dio más rabia, si la risita suya por lo que ella creía era fingida ignorancia o darme cuenta tan cruelmente de que todo el mundo conocía lo que yo tan celosamente callaba.

Comencé comprando por medio de terceros escogidos cuidadosamente, después, tímidamente, comencé a comprar sigilosamente en un expendió que conocí, después comencé a encerrarme en casas donde vendían basuca si saber nada de expresiones como plazas, ollas ni nada relacionado con ellas.

Cuando llegué a la primera plaza que conocí por ese nombre encontré: cuatro jíbaros, un edificio con cuatro apartamentos, otro con tres y cuatro casas más dónde se podían conseguir basuca y marihuana. Habían, además, dos negocios legales: una tienda y un taller de mecánica. Todo estaba localizado en una longitud de 20 metros: 10 sobre la carrera y otros diez sobre la calle.

Cada jíbaro tenía su clientela propia aunque la mayoría de quienes frecuentaban la plaza no tenían preferencias en sus compras. Los expendios no me atrevería a calificarlos de “ollas” pues no tenían su miseria, la gente no fumaba en cuclillas sino sentada en sillas y taburetes, había personal de un nivel social medio y aun en ocasiones llegaba gente de estratos altos; eran más casas de citas, los clientes compraban o mandaban comprar la basuca abajo, a los jíbaros, las casas obtenían la utilidad del licor y de las piezas que alquilaban aunque casi siempre la gente estaba más interesada en fumar basuca que en acostarse con una vieja.

No tengo ni idea de cuanta basuca vendían en esa plaza pero si observé, completamente asombrado, la cantidad de dinero que movían los jíbaros. No hay negocio, no puede haberlo, que mueva tanto dinero en menos espacio y mucho menos que tenga la rentabilidad que tiene esta plaga moderna.

Si yo fuera a hacer un cálculo de las ventas diarias, no las bajaría de cuatro millones de pesos y eso era mucha plata para venderla en veinte metros lineales con dos empleados de planta en el año de 1995.

Al principio suponía que los jíbaros ganaban mucho, pero después, me di cuenta que casi todo el dinero se quedaba en manos de los patronos. Me pasó como al menor de mis hijos cuando un día viajando en un bus urbano me preguntó que porque no trabajaba como chofer de bus y al mirarlo vi su mirada codiciosa sobre las manos del chofer llenas de billetes.


Dos meses, después de haber llegado, dieron una orden: todos los jíbaros tenían que abrirse. Tres días después sólo quedaba uno de los cuatro jíbaros: un primo de éste, seguramente bien informado, se abrió inmediatamente como lo habían ordenado , al otro día mataron a uno de los que se quedaron y al siguiente dejaron inválido al otro rebelde. Éste, después de una larga convalecencia, volvió al trabajo contra todos los pronósticos y también contra todos los pronósticos lo mataron un día después en su flamante silla de ruedas.

Guineo, así se llamaba el jíbaro que quedo reinando en esa plaza era una persona muy especial. Traté durante mucho tiempo de que me fiara alguna cosa y nunca fue posible. Sin embargo no desfallecí y el milagro se dio ocho días después de que me cambiara un cheque chimbo de cinco mil pesos, el cheque se lo había hurtado a un amigo y yo mismo lo había firmado. Al otro día muy preocupado, madrugué a decirle a Guineo:

- Guineo, no entregues mi cheque que yo te lo pago esta tarde.
- ¡Huy hermano! Ya lo entregué.
- Te lo van a devolver. Esta noche te doy la plata para que esa gente no se enoje.

Esa noche le dí la plata y me sinceré con él. Me la recibió y se quedó como aburrido.
Ocho días después, para mi sorpresa, se me arrimó Guineo y me dio cinco mil pesos diciéndome que el cheque lo habían pagado. A partir de ahí Guineo me fiaba ocasionalmente unos pocos pesos. Alguna vez llegué a deberle treinta mil, realmente el hombre me cogió confianza.

Manejar a la policía era otro de los artes que Guineo dominaba, ellos también obtenían una parte muy importante del negocio, nadie sabe cuantas patrullas llegaban a cobrar, pero eran numerosas. Algunas veces iban policías que no figuraban en la nómina y se sentaban en cualquier silla de la tienda hasta que después de un rato Guineo, indefectiblemente Guineo los frenteaba:

- ¿Qué quieren?
- Nada, ¿Por qué?
- No vengan a chimbiar aquí, digan de una vez, ¿qué quieren?

Guineo sacaba entonces un billete que los policías recibían en el 99% de las veces y se retiraban.

Claro que algunas patrullas que no estaban en el negocio hacían todo lo posible por coger in fraganti a un vendedor que como Guineo era conocido por todos ellos y dos veces lo lograron. Pasó entonces dos temporadas de vacaciones en Bellavista, la primera durante seis meses y la segunda dos.

Un noticiero de televisión logró obtener imágenes de la corrupción que reinaba e esa esquina, Guineo y la policía fueron estrellas rutilantes en horario triple A, algunas de las tomas fueron perfectas y a pesar de lo escandaloso del asunto sólo lograron dificultar durante una semana el normal funcionamiento del negocio y al final de ella todo se normalizó.

Era Guineo un hombre juicioso, en tres ocasiones lo vi prendido y en una borracho, en la que se emborrachó se daba con la cabeza contra las paredes maldiciéndose por hijueputa. Desde esa noche, y hasta el día de hoy, me he preguntando siempre si sería él quien mató al inválido, así me lo decían su actitud y su autoincriminadera. Las veces en que Guineo se prendió lo hizo con serenateros cantando “Nadie es eterno en el mundo”. Él, como todos los pelados que viven en ese mundo sabía que “no nació pa´semilla”.

Guineo, como todo trabajador que se respete, tenía sus reemplazos. Tampoco iba a trabajar 24 horas diarias durante toda la semana, sin embargo, sus reemplazos eran seres intrascendentes, les faltaba su barraquera y desaparecían del parche a la menos señal de alarma. Uno siempre sabía cuando estaba el jíbaro mayor. Eso se notaba y no me pregunte porque. No lo sé.

El dueño aparente de la plaza, uno nunca sabe, era un señor de buena apariencia que tenía montado un negocio de venta de vehículos como tapadera para sus verdaderas actividades. Además tenía una tienda donde trabajaban sus hijos, por esta tienda comenzó a entrarle la desgracia al señor. Primero, uno de los hijos se convirtió en adicto a la droga y en seis meses era una persona vuelta nada, igual que cualquier adicto con veinte años en sus espaldas. Después, el mayor de sus hijos se convirtió en secuestrador y para su mala suerte se equivocó con el secuestrado y lo encontraron en una manga atado a un poste con alambre de púas y con el miembro entre su boca. No se que pasó con el único hijo hombre que le quedó. Lo cierto es que lo del hijo mayor destrozó a ese señor pero siguió con su negocio.

Lo mismo le pasó finalmente a Guineo, se equivocó en una vuelta con un fulano que visitaba esa esquina por primera y única vez. Ocho meses después de esa equivocación, bailándose el día del amor y la amistad en una casa del barrio Castilla, fue acribillado sin compasión y su muerte marcó la de la plaza dónde brilló por tanto tiempo.

domingo, 2 de agosto de 2009

Herencias

Creo que a mi papá una de las cosas que más le preocupaba al final de su vida era lo que pasaría con nosotros después de su muerte, especialmente en el campo económico. Y en cualquiera de las cosas en que hubiera pensado se equivocó de principio a fin.
Se que tenía dos cosas que lo obsesionaban: Francisco y Luz Marina, la menor de la casa. De acuerdo a la información que mi padre tenía en ese momento, habían buenas razones para preocuparse, Francisco era la rebeldía en pasta, no había estudiado absolutamente nada, sus comportamientos eran de una tremenda agresividad, incluso en ese momento estaba prestando servicio militar, no solamente porque mis padres consideraron que esa experiencia podría ayudarle a disminuir su rebeldía, sino también porque eran incapaces de manejarlo. Toda su adolescencia y parte de su juventud la había pasado interno en sitios especiales para personas con graves problemas de comportamiento. La menor de mis hermanas tenía ocho años y esa era la razón de la preocupación de mi padre. Yo, al contrario de Francisco, era la imagen perfecta del modelo de persona que deseaba mi padre: sumiso, obediente, buen estudiante y absolutamente juicioso. El único problema es que esa era mi imagen, la realidad es que era un reprimido absoluto, incapaz de expresar mis convicciones, aceptaba todo lo que los demás me imponían, muerto de la rabia, me dejaba dominar sin oponer ninguna resistencia. Era, al final de cuentas, mucho más rebelde que Francisco además de ser extremadamente miedoso y resentido. Esas tres características marcaron mi vida y me impidieron ser, durante muchos años, lo que mi padre había previsto para mí.

Todo cálculo que hagamos sobre lo que pasará con un ser humano en el futuro estará equivocado y por eso es sano evitar las angustias que nos causa el hacer cuentas sobre lo que pasará con quienes, entre las personas que nos importan, nos sobrevivan.

Aunque no lo creamos nada podemos hacer por ellos, definitivamente la vida los irá llevando y ellos y tendrán que aprender a entender sus dictados, ella es una maestra que pese a todos nuestros esfuerzos nos enseña lo que quiere que aprendamos sin que se deje conmover por el costo. Esta bien que hagamos planes con respecto a nosotros y a los demás, ellos nos permitirán pasarlo entretenidos pero siempre se quedaran en eso: planes sujetos a factores que no manejamos y que por lo tanto se estrellaran contra la realidad, tan dolorosa o alegre como ella sea.

Mi padre nos dejó con que vivir cómodamente varios años, éramos nueve, contando a mi madre. Hubo tres que aprovecharon su herencia, los restantes la dilapidamos rápida y alegremente. Nueve años después de la muerte de mi padre no quedaba un peso de su fortuna. A dos de nosotros se nos hizo un regalo adicional, no quedó una profesión terminada antes de que se evaporaran los recursos familiares.

A pesar de todo, la vida fue amable con mi familia. Cierto que la mayoría pasamos por grandes dificultades, incluso económicas, pero a la larga nos estabilizamos, emocional y económicamente, no me refiero a grande capitales, simplemente a vivir disfrutando de lo suficiente y la mayoría disfrutamos de la vida y de lo que ella nos concede.

Yo no fui un padre para mis hijos, fui lo que se llama un padre ausente y no asumí mis responsabilidades para con ellos. No porque no quisiera sino porque no tuve los elementos para hacerlo. A mi, en lo personal, no me preocupa que pase con ellos cuando muera, se que sería inútil, la vida los tomará de su mano y será su responsabilidad seguirla o no. Ni mi padre ni nadie pudo hacer nada por mi, ni yo podría hacerlo por mis hijos. Si tienen suerte, a mi muerte le quedará con que vivir dos o tres meses y eso es más de lo que nadie se imaginó hace cuatro años. Si no la conociera, le pediría a la vida los trate con clemencia, pero es inútil, ella no se conmueve por los ruegos de nadie así lo que pasó conmigo, a veces me haga dudar de esta aseveración.

domingo, 19 de julio de 2009

Recuerdos de juventud

Recuerdos de juventud.

Mis primeros impulsos sexuales fueron resueltos con muchas dificultades con el conocido recurso de yo con yo, no sabía de relaciones entre seres humanos. Tendría doce o trece años. En bachillerato me causó muchos problemas porque había profesores, especialmente el de química, dedicados a aterrorizarnos con historias escalofriantes sobre lo que les pasaba a quienes acudían a la masturbación. ¡Que ignorancia la nuestra! Y supongo que él también lo era en estos temas.

Aunque me crié casi en pleno Lovaina, no recuerdo ninguna asociación con putas en mi adolescencia y juventud, lo ignoraba todo sobre ellas. La primera noticia la tuve en algunos recorridos que hizo el bus del colegio, cuando estaba en cuarto de bachillerato, por el barrio Guayaquil. Los mayores se dedicaban, muertos de la risa, a hacerle señas a cuanta vieja veían recostadas contra las paredes de las casas por donde pasábamos. La seña consistía, simplemente, en mostrar las dos manos, en una destacando dos dedos y en la otra uno. Supe, después de mucho preguntar sin encontrar respuesta, que esto significaba: dos pesos para la vieja y uno para pagar la pieza. La verdad no le paré muchas bolas a eso.

Ya en quinto y sexto de bachillerato recorríamos diariamente las calles de Lovaina y el Fundungo, las del Fundungo por la tarde y las de Lovaina por la noche. En las tardes nos metíamos a todos los solares dizque a gatear y juro que nunca vi algo diferente a los calzones y los brasieres de alguna puta descuidada y por las noches recorríamos las animadas calles de Lovaina viendo putas por todas partes sin que hiciéramos algo diferente a recrear la vista. Por increíble que parezca a la juventud de hoy en día casi termino mi bachillerato lleno de virginidad. Estaba en sexto cuando nuestro maestro, experto en esas lides de Guayaco, nos llevo maldadosamente a que nos desvirgaran. Las instrucciones eran muy simples: a la que le guste le pregunta: ¿Cuánto? Y no le de más de dos y cinco y eso sí, le dice que en pelota.

La experiencia fue inolvidable, dábamos y dábamos vueltas sin encontrar una que me gustara, cuando por fin la encontré le dije:

- ¿Cuánto?
- Cinco pa´mi y dos de pieza.
- ¿En pelota?
- ¿En pelota? Oigan a este guevón, no me le empeloto a mi mozo, pa empelotámele a este culicagado.

Repetí la experiencia hasta que me rendí, y entre dispuesto a que no se empelotara.
Entramos a una pieza con un olor a creso impresionante, había también un taburete viejo sobre el cual reposaba una ponchera con agua humeante y unos pedazos de papel higiénico dispuestos sobre el mismo taburete. No sabía que hacer, la vieja simplemente se acostó recogiéndose la falda y quitándose los calzones. Yo por supuesto me empeloté y me dediqué a hacer lo que supuse había que hacer. A los dos minutos la vieja empezó a acosar:
- ¿Qué hubo pues? ¿Se va a quedar toda la noche o qué? Como pude, dos o tres minutos después terminé y la vieja casi me saca de la pieza.


Que decepción tan berraca. ¿Eso era pichar? ¡Que jartera! A pesar de todo le dije a mis amigos que que maravilla, eso sí es lo mejor que hay. Después de tanta alabanza tuve que empeñar mi reloj para prestarle los siete pesos a un amigo que quería también tener la experiencia. Juro que se los presté de pura maldad.

Después de esta primera experiencia, tan desastrosa, no me explico todavía como me aficioné de tal manera a estar con las putas. Se convirtieron durante mucho tiempo en lo mejor que la vida ofrecía para mí.

Mi amigo, el experto, se convirtió, con el paso del tiempo, en un voyerista profesional, andaba taladro en mano perforando ventanas en el vecindario donde vivíamos. Le vendí mi trabajo de física en sexto de bachillerato, era un periscopio y el hombre no se la creía cuando le conté sobre mi aparato. Se recorría los entejados de la manzana en la cual vivía tratando de ver las mujeres en posición viciada. Además de voyerista también se aficionó a las mujeres casadas lo cual le costó la vida hace unos siete años.

domingo, 12 de julio de 2009

Mariu

Tenía nombre de tango: Se hacía llamar Mariu En mi vida conocí dos mujeres muy extrañas y ésta era una de ellas. Una mujer muy atractiva, como casi todas las que se relacionaban conmigo, era una prostituta aunque la verdad es que nunca supe de nadie que lograra acostarse con ella. Pretendí hacerlo y se metió complacida conmigo a la pieza, estábamos en el pasatiempo favorito de los dos: fumábamos basuca. Era un águila, cada que pretendía llegar a su cuerpo, se hacía la sicosiada y yo fracasaba en mi intento. Cuando se me acabo la droga, se retiró olímpicamente de la pieza, invicta por supuesto. Jamás volví a intentarlo. Teníamos, además de la droga, algunas cosas en común. Éramos idealistas a morir, a pesar de los sórdidos ambientes en que transcurrían nuestras vidas, ambos seguíamos creyendo en el ser humano, en su bondad y en un algo que por más que buscábamos no podíamos encontrar. Coqueteaba conmigo en ocasiones y apenas captaba mi lujuria se retiraba ofendida. No se si creía que yo no tenía cuerpo. Le molestaba sobremanera que la mirara con ganas y siempre que estaba un rato con ella me pasaba lo mismo, el deseo se me salía por todas partes y ella lo captaba inmediatamente y se retiraba de manera precipitada.

Su rareza consistía en la manera en que trataba a los hombres, no era lesbiana y le huía a los hombres, parecíamos asustarla.

La veía todos los días y en cierta ocasión se perdió. La extrañe bastante y días después se supo que había accedido a que sus hermanos la internaran en un centro de rehabilitación.

- Hablar de sus hermanos es cosa seria, eran cuatro, sicarios de profesión. Los conocí un día en que Mariu tuvo un tropel con el hijo de la dueña de la casa. Ella muy berraca los llamó y se arrepintió inmediatamente. Ya era tarde, no pudo volver a comunicarse con ellos para decirles que todo había sido un malentendido. Había salido inmediatamente para la casa donde estábamos. La señora de la casa re rogaba al hijo que se fuera y no quiso. Al fin cuando llegaron los hermanos, Mariu logró convencerlos de que no había pasado nada y ellos se fueron con muchas dificultades. Se les veía por encimita las ganas de cascarle al hijo de la señora pero no lo hicieron por respeto con la hermana: la idolatraban. –

Un día, estábamos los mismos de siempre haciendo lo mismo de siempre cuando llegó Mariu. Venía en una elegancia que ni pa´que. Estaba estrenando de todo y traía un maletín muy elegante lleno de ropa nueva, se voló del centro de rehabilitación. Me alegré mucho de verla y después de un buen rato, agotó los recursos que tenía: algunos pesos, maletín, alhajas y ropa, salió desesperada a tratar de conseguir algo más. Regresó ya de noche, venía completamente en pelota y entro llorando a la casa.

- ¡Hijueputas!, decía. Ah malparidos, pero vamos a ver.

La vistieron de cualquier manera, con ropa prestada y salió como alma que lleva el diablo. Volvió 15 minutos después con un rostro radiante y no volvió a salir de la casa hasta las dos de la mañana, se retiró sin llamar la atención y ya jamás la volví a ver.
Serían las tres de la mañana cuando escuchamos aterrados una tremenda balacera, duró cosa de 5 minutos. Todo quedó en silencio y nadie supo que había pasado, estábamos en pleno apagón de Gaviria y ninguno se atrevió a salir. Al rato llegó un visitante, contó que habían llegado tres carros, de ellos se bajaron una diez personas, todas enchaquetadas y sin decir nada tumbaron a bala la puerta de casa donde vivían los atracadores de Mariu, allí se metieron y masacraron sin misericordia a todos los que se encontraban en esa casa: siete hombres, tres mujeres y dos ancianos.

Nadie sabe quien fue pero todos metieron a los hermanos de Mariu, con excepción del hijo de la señora, el siempre sostuvo que ellos eran puro bluff. Yo que vi la dificultad que les dio aguantarse el día en que vinieron por él, pensé: pobre jiquerón, no supo del agua que lo pudo mojar. Los seres humanos morimos siendo idiotas. ¡Que pesar!

viernes, 10 de abril de 2009

DE AFECTOS Y OTRAS HIERBAS.

Existe la creencia de que tenemos que querer a todos nuestros relacionados: hijos, nietos, hermanos, entre otros.

Para mí, esta es una verdad que está en vía de extinción, precisamente en este momento.

Que es lo que pienso acerca del tema: Si una persona tiene un hijo, evidentemente debe responder por él y puede no hacerlo por muchas razones la más común de las cuales creo que es el miedo. Miedo por supuesto a ser capaz de cumplir con la responsabilidad que emerge del simple hecho de tener un hijo. Estoy convencido de que no tenemos los elementos para juzgar a nadie por el hecho de no haberlo asumido cunado era oportuno. Es difícil sustraerse a la tentación de responder por quien ya no tenemos que hacerlo. Hay algo llamado culpa que es difícil de detectar y más difícil aun de evadir. Si embargo es necesario proceder de manera adulta. La única forma de crecer es asumir completamente nuestras responsabilidades. Si no lo hacemos, no creo que pase nada, simplemente no crecemos y eso no creo que sea ni malo ni bueno.

Con respecto al amor, creo que es más fácil querer a quien tiene una relación de sangre con nosotros pero esa no es una condición ni suficiente ni necesaria. Queremos a quien está en contacto con nosotros no importa que tan cercano por sangre sea o no.

Es imposible querer a quien no quiere o no puede ser querido e igualmente difícil es querer a quien nos impiden acercarnos, no importa cual sea la razón que esgrima quien tiene el poder de permitirnos acercarnos a quien queremos hacerlo. De las pocas cosas que aprendí en la vida está el hecho de que no tenemos derecho a acercarnos a quien no quiere que lo hagamos. Ese es el derecho a la lejanía, tan válido y humano como su contrario. A mi no me ocurre, pero si conozco varias personas que no me quieren ver ni en pintura y juro que respeto, acato y entiendo ese querer. Es más sano tener una relación natural, tan natural como sea posible en lugar de inventarnos vínculos que definitivamente no existen y que aunque alguna vez hayan existido ya desaparecieron.

De tantos familiares como tengo no hubo sino dos, sin contar a Ana Gil, que siempre estuvieron conmigo y los demás, unos más otros menos, se alejaron completamente de mi y si algunos no lo hicieron de alguna manera me mostraron siempre una distancia que los hacía sentir seguros. “A nadie le gusta que lo jodan”, esa frase resume, según Tirso Castrillón, un tratado completo de relaciones humanas y estoy de acuerdo con ello. Yo haría lo mismo que hicieron quienes me dejaron solo y no los reconvengo pero tampoco tengo por que dejar de expresar lo que siento y pienso.

Hay veces que solo podemos hallar comprensión en quienes no nos conocen y desde ahí podemos establecer relaciones sanas con otros seres humanos y afortunadamente la vida siempre nos ofrece caminos alternativos a los que siempre recorrimos. Ya lo dijo Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” y es por eso que no tenemos derecho a quedarnos quietos, tenemos la obligación de continuar caminando siempre, la vida es sabia y ella nos conduce, querámoslo o no, al que es nuestro destino.

miércoles, 1 de abril de 2009

ADICTOS

Cuántas clases de adictos hay? Podemos hacer numerosas clasificaciones pero bajo mi punto de vista no tienen ninguna finalidad práctica. Lo único cierto es que hay tantas clases de adictos como personas. Cada uno es un caso diferente.

Los que consumen droga por curiosidad o por moda, probablemente la dejaran sin mayores dificultades al pasar el tiempo.

Un consumidor, criado en un medio normal, si empieza a consumir a una edad cercana a los veinte años, probablemente pueda ser ayudado, en caso de que lo desee, por la psiquiatría. Francamente no creo mucho en la psicología como una alternativa para tratar a los adictos. Somos demasiado complejos y ella todo lo esquematiza.

¿Cuál es el problema para que la psiquiatría ayude realmente a un adicto joven? Pienso que no existe una sino tres grandes dificultades:

  • La primera, consiste en la sobre valoración que todos tenemos de nuestras fuerzas. Creemos que solos lo lograremos y si somos realmente adictos eso no ocurrirá, lo más probable es que fracasemos una y otra vez hasta que lleguemos a perder la fe en que podemos lograrlo.
  • La segunda consiste en que nos parece degradante ser tratados psiquiátricamente y perdemos de vista que simplemente estamos recibiendo ayuda de una rama de la medicina muy desarrollada por cierto.
  • La tercera es una mezcla de las otras dos, si por cualquier circunstancia nos disponemos a recibir el tratamiento, rara vez estamos dispuestos a ponernos en manos del siquiatra confiando en que el realmente sabe lo que necesitamos, tanto en dosificación como en el tiempo. Tenemos la tendencia a creer que ya todo pasó y nos equivocamos fácilmente, corriendo el peligro de que si recibimos varios tratamientos y fracasamos entonces perdemos la fe un una ciencia que realmente tiene los elementos para ayudarnos a salir de allí.

¿Qué se puede hacer entonces por un adicto?

  • Si él lo quiere podemos ayudarle en primer lugar a que identifique la gravedad del problema que tiene.
  • Podríamos llevarlo a conocer personalmente el destino que le espera si continúa por ese camino. Visitar “ollas”, cárceles, hospitales.
  • Podríamos ayudarlo a recibir un tratamiento médico adecuado.

Nada de lo que nosotros hagamos o digamos, le ayudará a quien no lo quiere y se necesita muchas veces un milagro, aunque no creamos en ello, para que cierta clase de adictos salgan de allí.

Lo único que podemos hacer es ayudarle mientras quiera y es de sabios reconocer cuando es mejor, para todos, dejarlo que siga su camino por doloroso que sea.

miércoles, 18 de marzo de 2009

UNA PREGUNTA

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?


¿Quién soy?


Es muy agradable creer que somos aquel que nos dijeron que éramos y nos lo creímos. Realmente pienso que es necesario destruir esas imágenes, especialmente familiares y religiosas que nos convirtieron en alguien que no somos. Es una tarea muy difícil pero posible, lo primero es ver y solamente ver como reaccionamos interiormente cuando nos relacionamos con los demás, poco a poco nos vamos dando cuenta de quienes somos y podemos observarnos a la luz de una realidad completamente opuesta a la que nos enseñaron pero muy interesante por que es que eso es lo que somos.


Algunas veces queremos negar la evidencia pero la realidad es terca y nos llega cada vez que estamos interesados en observarnos.


¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?


Fui, sin duda alguna, un niño feliz, lo único que me amargaba ocasionalmente era el deseo de “ser grande”, no sabía que era eso pero lo deseaba a veces. No recuerdo lo que quería ser en esa época, seguramente bombero o policía pero tiene tan poca importancia que nada conserva mi memoria. Al final de mi adolescencia quería ardientemente tener un romance de esos que nos enseñaban las películas y perseguí esa utopía durante toda mi vida. En otro campo, cuando estaba en cuarto de bachillerato soñé con ser un gran matemático y me esforcé algunos meses en capacitarme a fondo por serlo e hice algunos progresos, después quise ser un gran químico y no recuerdo a que otra cosa aspire. La verdad es que no tuve el romance, no fui un matemático, ni siquiera estudie química, estudie ingeniería eléctrica, terminé matemáticas y trabaje toda mi vida como programador de computadores.


Si alguna vez me hubiera puesto en el trabajo de documentar Mi Visión y Mi Visión, dudo que hubiera hecho algún esfuerzo persistente por llevarlas a buen término.


Me convertí, muy a mi pesar, en alguien que nunca quise ser y transité por esos caminos durante muchos años, nada pude hacer para cambiar mi camino y ninguno de los que trató de llevarme a otra parte lo logró.

Durante todos esos años tuve experiencias que me mostraban que estaba en el lugar equivocado y a pesar de ello siempre volvía a lo único que conocía cuando por cualquier circunstancia me aleja temporalmente de ello. Me vi al borde de la muerte varias veces y por alguna razón conservé la vida. Es un período tan largo e incomprensible que racionalmente nadie, y mucho menos yo, alcanzaría a entender que razones me llevaron allá y mucho menos porque permanecí tanto tiempo.


Aparecí, cuando menos pensé en el municipio de Fredonia y allí encontré mi camino, pasé por institutos educativos pueblerinos, por minas de carbón, por almacenes de pintura y sigo caminando para por fin llegar a quien sabe donde.


¿Somos los dueños de nuestro destino o somos marionetas de algo más fuerte que hace con nosotros lo que quiere? Por supuesto no tengo la respuesta para esa pregunta tan simple.

martes, 10 de marzo de 2009

BACHILLERES

Era un 30 de Noviembre de 1962. Un grupo de jóvenes lleno de optimismo se preparaba a recibir el grado de bachiller en el Liceo Nacional Marco Fidel Suárez. Todos creíamos tener claro lo que nos proponíamos hacer con nuestro futuro. Unos deseábamos entrar a la universidad, elegir una determinada carrera, alcanzar un brillante futuro, conformar una familia, conseguir un trabajo. Había idealismo, deseo de hacer algo útil con la vida. Cómo quisiera tener o recordar siquiera las palabras con que nos despidieron en esa noche decisiva en nuestras vidas.

¿Qué fue de tantos sueños? ¿Qué fue de aquellos jóvenes? Esa fue la última vez en que estuvimos todos reunidos. Ocasionalmente nos hemos encontrado. En alguna oportunidad hicimos reuniones relativamente concurridas. ¿Pero todos juntos? No. No nos hemos dado la oportunidad de repetir esa experiencia. En mi corazón se conserva la ilusión de lograrlo. Algunos ya no están, viajaron a otros puertos. Otros estarán en otros países, pero muchos estamos aquí, en Colombia. Tenemos que recordar que soñamos juntos, que crecimos en medio de risas, de esfuerzos y de luchas que querámoslo o no crearon lazos que aunque debilitados por el paso del tiempo y de la vida permanecen ocultos en el fondo de nuestros corazones para que en un día no muy lejano se fortalezcan y nos permitamos un abrazo de compañeros y amigos. No importa que continuemos nuestras vidas, un abrazo nos devolverá por breves horas a un pasado lejano. A un pasado que está lleno de recuerdos agradables. Como duele crecer. Cuantos de nosotros somos padres, abuelos, esposos. Cuantos de nosotros tuvimos dificultades que muchas veces nos hicieron ver la vida como un callejón sin salida. Cuantos de nosotros conservamos la alegría que nos impulso en nuestra juventud. Cuantos estamos encerrados en una amargura que aunque carente de sentido no deja de hacernos parecer la vida como un absurdo. Cuantos damos gracias por el milagro de la vida. Por el milagro del amor de aquellos que nos acompañan en nuestro camino.

Soy un convencido de que la vida tiene un sentido. La vida es una maestra. Nacemos y comienza el aprendizaje. Nos pasamos muchos años aprendiendo a sobrevivir.
Nos pasamos muchos años aprendiendo a ignorarnos a nosotros mismos. Creemos que la vida son las cosas que nos pasan. Creemos que nosotros somos los protagonistas de todo lo que hacemos, creemos y sentimos. Cuando nos damos cuenta que la vida es otra cosa, cuando nos damos cuenta de que nos somos aquellos que creemos, en ese momento realmente tenemos que comenzar a olvidar lo aprendido, a encontrarnos con nosotros mismos. Es un regreso al ser. Es un regreso a las fuentes que dieron lugar a lo que somos. Este des aprendizaje puede ser más doloroso que el aprendizaje. Cuando parecía que habíamos llegado a un lugar seguro, nos damos cuenta que todo era una fantasía.

Cuanto ignoramos sobre nosotros mismos. Aprendimos mucho de todo. Conseguimos muchas cosas o si no las conseguimos vivimos eternamente frustrados. Nada importa. Sólo importa nuestra situación interior. ¿Hemos crecido? Hoy, casi cincuenta años después de haber terminado tendremos otra oportunidad para estar con aquellos que crecimos. A medida que sigan pasando los años nos seguiremos yendo. ¿Cuántos quedan? ¿Cuántos se irán el año entrante y no tendrán la oportunidad de reunirse con nosotros? La vida es un misterio profundo.

No hicimos un mosaico cuando jóvenes pero podemos hacerlo cuando viejos. Si hubiéramos hecho una revista expresando en un pensamiento lo que cada uno de nosotros esperaba de la vida: ¿Qué tanto se habría aproximado a lo que encontramos en ella? Ojala que pudiéramos decir cómo el poeta:

Vida inquieta y loca, yo no te maldigo
Nunca en mis angustias, renegué de ti
Porque igual que a hembra que se ofrece plena,
Vida inquieta y loca, yo te poseí.

jueves, 5 de marzo de 2009

IMAGENES

Una imagen vale más que mil palabras. Es tan costosa que por ella muchas veces lo sacrificamos todo. Es doloroso enfrentarnos al derrumbe de una imagen con la cual estábamos satisfechos. Sin embargo es la única manera de llegar por fin, después de muchos derrumbes, a tener una aproximación a lo que somos realmente.

Muchas de las imágenes que construimos son manejadas por nuestro inconsciente. Nos gustó algo que nos dijeron y entonces nos pasamos la vida tratando de que nos lo repitan y hacemos los esfuerzos necesarios para que eso ocurra...

Cuando estudiaba en la universidad, el profesor de estadística todos los viernes ponía entre cinco y diez problemas supremamente difíciles y un compañero se pasaba hora resolviéndolos para que llegado el lunes, lo sacaran al tablero (¿A quién más por Dios?) y muy complacido resolvía los problemas por los que nadie más había querido sacrificar su tiempo y su ego crecía y crecía y crecía y su orgullo no le cabía en el cuerpo y nosotros nos reíamos y nos reíamos. ¡Que idiotez!

Si lo hubiera echo por aprender, muy bien, ¿pero por chicanear?

Que buscamos con una imagen. No lo se, pero supongo que compensar algunas de nuestras carencias casi siempre imaginarias. Todos conocemos el síndrome de Don Juan, creo también en otros síndromes similares, alguien que se sienta, por una circunstancia cualquiera de su vida con tendencias homosexuales, puede fácilmente dedicarse a proyectar una imagen exageradamente varonil. El que se siente ladrón se dedica a proyectar una imagen exagerada de honestidad, el que se sienta cobarde la proyecta de valentía, el que se siente bruto se dedica a actividades que denoten inteligencia: juega ajedrez, estudia matemáticas, va a películas que no entiende, lee mucho y lo hace saber, se especializa en libros incomprensibles, etc, etc., etc. y conste que conozco ejemplos de cada uno de las proyecciones de imagen que puse.

Todos tenemos diferentes aptitudes y es normal que nos dediquemos a hacer lo que nos gusta, el problema ocurre cuando nos dedicamos a exagerar características nuestras para tratar de lo que los demás no se den cuenta de que somos lo que creemos ser.

sábado, 21 de febrero de 2009

EL DINERO

EL DINERO


El dinero de alguna manera es un síntoma de la manera como nos relacionamos con los demás y con nuestro entorno.

Es un poderoso medio de comunicación y lo utilizamos sin darnos cuenta. Los estudios que hay alrededor de este tema deben ser numerosos. Nunca estudie nada sobre el pero mi vida estuvo marcada por el uso que le di.

Cuando aprendí que con el dinero se podían comprar cosas lo recogía para comprar las que deseaba y nunca falle en mi propósito. Tenía, por si decirlo una relación sana con el famoso estiércol del diablo. Así seguí en mi adolescencia y el comienzo de mi juventud.

Por mi experiencia conocí los siguientes grupos de personas:

Botarates: No pueden tener un peso en el bolsillo, lo desperdician de manera casi siempre absurda.
Exhibicionistas: Se gastan todo lo que tengan siempre y cuando los estén viendo. Del comportamiento de este tipo de personas debió surgir el dicho: luz de la calle y oscuridad en la casa. Se diferencia del botarates en que cuando no lo ven lo cuida.
Avaros: Su fin es acumular el dinero, no usarlo.
Amarrados: usan el dinero para lo primordial. No se le ocurra pedirle un favor económico, siempre tienen a mano la excusa perfecta para no hacerlo.
Señores claro que si, por temor a ser rechazados están dispuestos siempre a servirle a quien se los pida. No manejan ni el dinero ni la vida.
Los ambiciosos, por ganar meritos para el cielo, Dios paga el mil por uno, están dispuestos a sacrificarse por el que los necesite.
Los normales, le sirven a los demás de acuerdo a sus afectos y posibilidades.
Los moralistas, no hacen un favor económico por temor a perjudicar al beneficiario, seguro el dinero será mal usado.
Los generosos, es un grupo bastante reducido, pero conocí varios de sus miembros, siempre que pueden le sirven a los demás sin retribución alguna. Se diferencian de los normales en que olvidan, si olvidan, los favores que hacen.
Los desorganizados, viven haciendo planes para manejar bien el dinero y nunca lo logran.
Los organizados, manejan bien el dinero, incluso sin necesidad de hacer planes.
Los controladores, no dan puntada sin dedal, manejan a los demás por medio del dinero.

domingo, 15 de febrero de 2009

ENSEÑANZAS

¿Uno cuando y como aprende? Una de las dudas que siempre tuve fue sobre en que momento aprendí a multiplicar... Sólo recuerdo las muchas tareas que me ponían en el colegio y que yo tenía que hacer con la supervisión de mi papá. Cuando menos pensé, y después de mucho trabajo, ya me sabía las tablas a la perfección, incluyendo por supuesto la del siete. Sobre como aprendí a caminar si no recuerdo nada, pero si algo del proceso de mis dos hijos mayores y eso es un poco más difícil que aprender a multiplicar aunque también dura, en las mujeres, más o menos un año. De hablar, ese si es un proceso que dura toda la vida. Aun recuerdo como a sus 4 o 5 años mi hijo mayor me decía, “papi, correte que el abuelo va a descentrar el carro” Realmente su lenguaje aun conserva algunos de estos giros que denotan mucha creatividad.

En cuestiones del proceso enseñanza aprendizaje es muy importante indagar por el maestro. Si le tenemos confianza, aprender es un juego, en caso contrario, simplemente aprendemos lo contrario de lo que tratan de enseñarnos, especialmente si se trata de enseñanzas “para la vida”

Pienso que para los tercos que tenemos tantas dificultades con el aprendizaje no hay nada que más nos enseñe que una crisis a un nivel profundo. Para nosotros no hay otra manera. Algunos tenemos la suerte de aprender a tiempo, otro no la tienen . Mi hermanita la menor dejó el cigarrillo tres días antes de morirse “para ayudarle a la medicina” según sus propias palabras. Si me pongo a contar los muertos que conocí haciendo lo que yo hacía no acabo, y si cuento los que contamos la historia, sobran dedos en la mano.

lunes, 9 de febrero de 2009

LA MUERTE

Existen versos sobre la muerte tan hermosos como los escritos por León de Greiff, digo hermosos aunque no se esté de acuerdo con algunos de sus contenidos.
Los más bellos, para mi gusto, son los primeros:

¡Señora Muerte que se va llevando
todo lo bueno que en nosotros topa!...
Solos —en un rincón— vamos quedando
los demás... ¡gente mísera de tropa!

Y los últimos:

Este fastidio que me está matando...
¿Dónde las almas íntimas, hermanas...?
¡Señora Muerte se las va llevando!

Lo cierto es que nos vamos muriendo todos, tanto los que nos parecen inmoribles como los llamados buenos muertos. Como quisiera poder ver y conversar con algunos de mis muertos, pero es claro que tenemos que aprovechar es a los vivos.

Es extraño, pero a quién más añoro es a Tirso Castrillón, su compañía en los últimos años de su vida dejó en mi una profunda huella. Su generosidad sin límites, su bondad envuelta en un aparente despotismo y su ácida crítica a tantas cosas establecidas me enseñaron tanto como las partidas de ajedrez que jugamos.

Magola, mí querida hermana Magola, como quisiera verla una última vez, pero ya no es posible. Ricardo su hijo…

También está mi viejo amigo Ivan Darío, al ver su cadaver senti un estremecimiento que me deconcertó por imprevisto.
Verdaderamente no son muchos mis muertos. De pocas muertes estoy tan agradecido como de la de mi madre, murió en el momento preciso. Tal vez pudo morir un año antes, no lo se.

No quisiera ser profeta de mi muerte. La busque durante tantos años que no es una extraña para mí. Hoy en día me he reconciliado con la vida y con personas que siempre he querido y no me siento apegado a la vida, aunque la disfruto mucho.

sábado, 7 de febrero de 2009

EXPLOTADORAS

Si quisiera definirlas, diría que son mujeres que se dedican a gastarse la plata de un hombre que no les interesa mientras se divierten con otro.

He oído hablar mucho de ellas pero no conozco ninguna y por increíble que parezca si conocí dos explotadores y los dos relacionados con mujeres que me importaban.

Hace muchos años conocí una mujer con la cual me gaste una pequeña herencia, sin embargo nunca podría aplicarle este termino, cierto que se gastaba la plata conmigo, pero no la aprovechaba en su único beneficio y además no le importaba ningún hombre.
Estaba conmigo, y con cualquiera que le pagara, por razones que aun hoy no comprendo. La única razón que no se dio para estar conmigo era que le gustara. Me demostró siempre cero interés, puedo decir que nos gastamos mi plata contra su voluntad. De por lo menos mil veces en que nos acostamos, tranquilamente pudo leer la prensa novecientas noventa y ocho mientras me desesperaba inútilmente por despertar su interés. Sólo lo hizo en dos ocasiones, y soy tan conforme que considero que esas dos ocasiones valieron la herencia que desperdicie.

Aunque siempre pensé que se había alejado de mí, hoy en día creo que me llene de pánico cuando tuvo un hijo y no volví a verla durante muchos años. Conmigo, la verdad no consiguió un peso, aunque si nos gastamos bastantes. Lo único que le quedó di mi mocedad fue una pequeña esclava de oro que le deje cuando para alejarme de ella me fui para Méjico. Sobra decir que a los quince días estaba aquí buscándola en su pueblo natal porque después de mi viaje se retiro de su negocio y se ajuició durante los quince días que me alejé.

Después de perderme, siguió explotando sus atractivos físicos que eran bastantes en la bella villa. Un año después se fue para Panamá y allí desempeño brillantemente su profesión, consiguió con que comprar casa en el Poblado donde vive hoy en día como la excelente dama que es. No puedo menos que reírme de mi pobre vieja, quien al enterarse de que tenía casa trato de que retornara a los viejos amores que nunca aceptó en mi lejana juventud. Verdaderamente fui injusto con ella cuando le dedique en tantas de mis rascas la bien paga y la bruja de Arienzo.

viernes, 30 de enero de 2009

Variaciones alrededor de nada

Mis primeros recuerdos se remontan a los cuatro años, concretamente al día en que nació la penúltima de mis hermanas y de aquéllos dos primeros años no tengo ningún lazo emocional que sea consciente en mi.

A los seis años tuve mi primer romance y aun no olvido el nombre de Marleny. Es lo único que recuerdo y creo que me prohibían comunicarme con ella y tuve que hacerlo por un huequito que había en el solar de nuestras casas.

Dejaron de interesarme las mujeres durante muchos años y vuelven a aparecer en mi adolescencia. Fue una época muy dura para mi, muerto de ganas de un romance e incapaz de conseguirme una mujer por mi extremada timidez y mis grandes complejos.

Hoy veo que la única importancia que tenía una mujer en esa época era la capacidad de establecer relaciones de compañía sin reparar en el sexo tal y como lo hizo posible posteriormente el establecimiento de instituciones educativas mixtas.

A los 19 años murió mi padre, a los veinte comencé a trabajar y con este dinero a mi disposición descubrí el trago y las putas. Aun en un medio como el de la prostitución, descubrí la enorme capacidad física que tiene un ser humano a los veinte años. Es la vida en todo su esplendor.

Hoy en día me parece criminal impedir que este esplendor se manifieste. No conozco una época de la vida más apropiada para descubrir el cuerpo ajeno y el propio y gozarnos de un tesoro tan grande como el que nos fue entregado. Escuche en estos días un video donde alaban los veinte años y estoy completamente de acuerdo con ello.

En estas duré hasta que me casé a los veintisiete y el matrimonio no lo interrumpió. Soy un convencido de que los seres humanos no somos monógamos, por lo menos hasta los sesenta años cuando ya necesitamos ayuda para estar con una sola.

A los treinta y tres años me sentía viejo y es la única edad a la que lo he sentido.

Cuando digo veinte años, digo lo más preciado que tiene un ser humano como ser biológico. A los 25 comienza a disminuir de una manera muy leve.
La vitalidad, intensa por cierto, me acompaño hasta los sesenta. Aun la conservo aunque no soy capaz de determinar en que grado. Lo que pasa es que perdí el interés en revolcarme con una mujer. Me interesa pocón, pocón. Me gusta mucho más la simple compañía femenina. No cambio un abrazo con mi compañera durante el tiempo que me demoró en dormirme, o cuando me despierto, por casi todas las relaciones íntimas (¿) que tuve en mis años anteriores.

Siempre, con dos o tres excepciones vivi el aserto: "El cohito es triste". Hoy en día es plenitud y cuando lo hago siento un profundo agradecimiento con la vida.

¿Cuál es la mejor época del hombre? La que tenga, cualquiera que esta sea. Todas tienen un intenso atractivo. ¿Qué tal un hombre de 20 con los conocimientos de los sesenta? No me convence, le faltaría la espontaneidad que es uno de los grandes tesoros que se van perdiendo para encontrar otros.

sábado, 24 de enero de 2009

El fin justifica los medios.

Cuando la mafia comenzó a apoderarse de Colombia, el único político que se dio cuenta de lo que nos esperaba fue Luis Carlos Galán. Fue un visionario que supo como por medio de la corrupción y el plomo los narcos lograrían, rápidamente, acabar con la independencia de las llamadas Instituciones. Si algún día supiéramos realmente los políticos que recibieron y negociaron su apoyo nos quedaríamos asombrados. Para lograr acabar con Pablo Escobar hubo toda clase de alianzas que lograron alcanzar tan anhelado objetivo. Con ello, por supuesto, no se acabo con el narcotráfico, pero si se destruyó el símbolo de su violencia. Hicieron lo que se ha hecho siempre en este país: que cambie todo para que todo siga igual.

Fue tanto el daño que las FARC, con su soberbia y prepotencia, le hicieron a la sociedad colombiana, llegó a tanto su descaro y humillación al pueblo colombiano que este permitió todo tipo de métodos para alcanzar el objetivo de acabarlos a como diera lugar; nacieron los paramilitares y sus alianzas con el activo o solapado apoyo de la mayoría de los colombianos. Resultó peor el remedio que la enfermedad. Sin embargo quienes estuvieron al frente de tan despreciable metodología jamás reconocerán que se equivocaron.

En sus primeras declaraciones los líderes del paramilitarismo “desmovilizados” hablaron de un grupo formado por ocho personas muy importantes que prácticamente se encargaban de las decisiones de alto calado en esta criminal empresa. No deja de llamar la atención que ninguno de los medios de comunicación que nos manipulan haya destacado este grupo. ¿Cómo podrían hacerlo?

El último error cometido por los colombianos, en su afán por destruir la guerrilla, fue elegir al señor Álvaro Uribe Vélez para que lo hiciera. Este público vengador se dedicó con toda su energía a lograrlo y es claro que no lo ha conseguido aunque toda su propaganda esté enderezada a hacernos creer que ya lo logró.

La verdad es que los métodos utilizados para lograrlo no acabaran con las FARC, pero si lo harán con la mayoría de las cosas que valorábamos anteriormente. A pocos les importa que un señor rodeado de criminales haga lo que le de la gana para seguir avanzando en su lucha. Han llegado al colmo de pagarle a un asesino que mata a un hombre dormido y le cercena su mano para probarle a las “autoridades”, establecidas para protegernos a todos, que si cometió su proeza. Es recibido como un héroe y premiado económicamente. Despúes el famoso Isaza y siguieron otros secuestradores. Está llenandose de héroes. ¡Que vergüenza! ¿Es eso aceptable?

Y si eso es lo que hacen públicamente, se imaginan lo que hacen a nuestras espaldas y cuando se descubra algo, como ya se ha descubierto, siempre será a sus espaldas. Y este pueblo enjalmado se lo sigue creyendo. !Por Dios!

Cuando nos demos cuenta de la forma como este señor esta terminando de cambiar la mentalidad de un pueblo, para que se autodestruya, posiblemente no habrá tiempo de dar marcha atrás.

Cuando algunos se dieron cuenta de que Pablo Escobar y sus seguidores habían convertido en sicarios a muchos jóvenes de nuestras comunas, comenzó una campaña, utilizando vallas con mensajes bíblicos para reconvertirlos y eso fue imposible. Hoy, están apelando al mismo método dizque para que la violencia no vuelva a Medellín y ha difícil que será deshacer lo hecho.

Lo mismo pasará cuando se den cuenta de que a nadie le importa nada lo que tenga que hacer para lograr los objetivos que se proponga. En ese momento harán campañas recordándonos que el fin no justifica los medios, pero también será tarde.

¿Qué hay de nuevo en lo que estoy escribiendo? Nada... Lo triste es que a pesar de todas las evidencias, de todo lo que pasa aqui, una marcada mayoría sigue creyendo que con el señor del Uberrimo nos cayó el maná del cielo. No hay peor ciego que el que no quiere ver y si, al parecer esto es lo que nos merecemos. !Que desgracia!

Pueda ser que lo que probablemente haga el nuevo presidente americano, tenga consecuencias positivas en nuestro desgraciado país.

Enero 24 de 2009

jueves, 22 de enero de 2009

Torturadores

De alguna manera tienen algo de los azaradores. No les digo sádicos porque aunque tienen todos sus atributos lo son de una manera completamente consciente. Utilizan el sadismo para tratar de obtener sus fines y los consiguen, siempre de manera temporal, con algunas personas. La verdad es que a mediano y largo plazo obtienen exactamente lo contrario de lo que estaban buscando. Casi siempre se creen muy inteligentes y no son ni siquiera astutos.

Yo, tengo que confesarlo, fui una de esas personas. Gozaba molestando a las pocas personas que alguna vez estuvieron bajo mis órdenes. ¡Que mamera! El único que siempre salió perdiendo fui yo. Quería que hicieran lo que tenían que hacer y eso está bien; lo malo es que lo tenían que hacer de la manera que a mi me gustaba. Me creía el poseedor de la verdad en todo lo relacionado con lo que estábamos haciendo. Yo y sólo yo sabía el cómo. Nunca los deje aportar absolutamente nada porque creía sabérmelas todas. ¡Cómo se burlarían de mí! Pero ese es el mundo de los idiotas torturadores.

Nunca me preocupó mi forma de actuar, estaba convencido de la razón de mi sinrazón. Con esa convicción, no me explicó como salí de ahí. Me siento muy afortunado con ello y cuando hoy en día alguien, cualquiera que sea, adopta ese tipo de comportamientos lo único que me produce es risa.

Algunas otras características del torturador están reflejadas en las siguientes frases:

Por que no has vuelto a llamar.
Desagradecido.
Venga: ¿Qué le había dicho?
¿Por qué no llamó?
Se consiguen a alguien excelente para determinado trabajo y saben que es un poco o muy incumplido y lo reciben siempre con la pregunta: ¿Por qué vino a esta hora? ¿No pudo venir más temprano?
Se lo dije.
Todo lo hace mal. (¿Por qué no lo echa?)
A usted cuantas veces hay que decirle las cosas.

Es típico de estas personas acosar a lo demás por cosas que no necesitan, los hacen sentir mal por algo que hicieron o dejaron de hacer, no importa que ese algo no lo necesiten, nunca suponen que las personas tienen motivos para hacer lo que hacen sino que se erigen en árbitros y jueces de los comportamientos ajenos.
Nada hay más importante para un torturador que hacer sentir mal a alguien, cualquiera que sea, con ello ya salvó el día.

miércoles, 21 de enero de 2009

Azaradores

Es un tema para especialistas, un término poco conocido con el significado que le doy. Son los extorsionistas de uno de tantos sub mundos como hay. Me refiero con él a esas personas que quieren disfrutar de lo que tienen los demás asustándolos con ademanes y palabras. Tienen el don de adivinar quien es el preciso para hacerlo objeto de todo su esfuerzo. Fui su víctima en numerosos y variados escenarios. Es increíble el modo en que uno se deja utilizar aun sabiendo que todo se reduce a una parafernalia impresionante: se limpian las uñas con un cuchillo de buen tamaño y muchas miradas muy asustadoras, un bla, bla, bla con todas las historias que rodearon los últimos minutos de quienes se atrevieron a no complacerlos, una amague permanente de que ya y otros cosas por el estilo. Seguramente se encuentran en muy diversos ambientes, pero todos los que conocí eran habitantes de los más sórdidos que cualquiera pueda imaginar.

viernes, 16 de enero de 2009

Religiones

Por supuesto que no hablaré de las religiones que los demás practiquen. Me limitaré a decir lo poco que conocí de aquellas en las que alguna vez estuve.

Me eduque, si así se puede llamar, con los hermanos de las escuelas cristianas. Todos los días había misa a las siete de la mañana, hacíamos los primeros viernes y la vida tenía un alto componente de la religión católica. ¡Qué pereza misa diaria! Para ajustar la cuota, mi papá nos llevaba todos los domingos y fiestas de guardar a la misa de precepto. Eran siete misas a la semana. ¡Qué jartera! Sin embargo, de esa educación surgió un joven, modelo de modelos. De allí surgió un modelo, no por convicción sino por temor. ¿Infierno? Que miedo, por Dios. Temeroso hasta el extremo y por eso mismo inclinado a hacer todo lo que me dijera cualquiera y mucho más si estaba revestido con algún rol que representará la autoridad. Mi miedo, porque era mucho más que temor, me impedía confrontar cualquier cosa que me dijeran por muy dolido que me sintiera con lo que me decían y hacían. Jamás supe cuestionar ninguna de esas enseñanzas por muy absurdas que fueran. El primer atisbo de que uno podía rebelarse fue cuando leí la manera con que ilustraba Demian a Emilio Sinclair, el protagonista de Demian, sobre Caín y Abel. ¡Caín era el bueno! No quedé muy convencido, pero allí se sembró mi primera semilla de incredulidad. Aun recuerdo el susto que sentí cuando conscientemente pasé por una iglesia y no me eche la bendición. Fue muy difícil salir de ese condicionamiento Dios-religión-miedo.

Cuando terminé mi bachillerato, me tocó censar en una parte del barrio La Milagrosa de Medellín. Todas las parejas eran casadas pero al finalizar me encontré con una que dijo vivir en unión libre, me asusté tremendamente, pensé estar viéndomelas con el diablo y observaba y observaba al señor a ver como eran los pecadores extremos, finalmente no pude observar nada que me llamará la atención, sin embargo fue para mi una experiencia inolvidable.

No fue definitivamente muy productivo para mí el contacto que por más de 12 años tuve con la religión católica. Desde hace muchos años no creo en esta religión ni en sus enseñanzas, ni en su autoridad para orientar a nadie por ignorante que sea. Conservo si, un gran aprecio por dos sacerdotes que conocí, los respeto y veo que hacen lo mejor que pueden por ayudar a su comunidad, conservando su independencia sin cambiar por poder político el aprecio que les tienen.

Cuando era niño, había en mi barrio una capilla de la iglesia evangélica. Nos causaba mucho placer burlarnos de sus permanentes cánticos que no entendíamos ni eran acostumbrados en las ceremonias religiosas a las que asistíamos. Las iglesias de esta clase eran muy escasas en nuestra ciudad.

Años después, a raíz del crecimiento del movimiento de Golconda, los EE.UU. diseñaron una estrategia orientada a minimizar la influencia de este movimiento entre los pobres. La mejor manera que encontraron fue crearles la competencia y por ello invirtieron, con muy buenos resultados, en multiplicar las comunidades religiosas no católicas en Latino América. Nunca creí que me fuera a involucrar con ellas, pero una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando.

En una de las numerosas ocasiones en que me vi sin para donde coger, resulté internado en un centro dirigido por pastores de una iglesia evangélica de Bello. A los ocho días era yo el más ferviente seguidor de la palabra. Ya hablaba con mucha propiedad de libros y versículos. Estuve con ellos unos dos meses, al final, comencé a trabajar durante el día y dormía allá en la noche. El pastor, no faltaba más, comenzó a reclamar en sus predicaciones la parte de lo que me daban que le correspondía a la iglesia como diezmo a que la iglesia tiene derecho de acuerdo a la palabra. A pesar de toda mi credulidad, el cuento no me entró y continué sin darle a la iglesia ni un centavo. Realmente no me alcanzaba. Poco después comencé a trabajar y ahí si cumplí con los diezmos en una ocasión. También, que descaro, obligué a mi hijo que me había ayudado en un trabajo a que pagará diezmos por su salario, se los saqué por derecha. Tenía quince años y yo 45:


- Vos sos bobo, dales tu plata si querés, pero porque la mía.
- Juan, ahí está la felicidad. ¿No ves como me mantengo de contento?
- ¿La felicidad? ¿Cuál felicidad? Estás alienado.

A pesar de sus argumentos, le impuse mi punto de vista. El, claro está que se enojo bastante y siempre consideró que yo le había robado esa plata. Así somos los fundamentalistas, estamos convencidos de tener la razón y hay de quien caiga en nuestras manos. Fue tanto el descaro de este pastor que me ayudó a que recuperará por fin el juicio y nunca volví a dejarme manipular con argumentos bíblicos.

Hoy en día digo como Serpa “Ni chicha ni limoná”, pero entre los dos definitivamente me quedó con las sacerdotes, por lo menos tienen más cultura y ni de fundas se les ocurren las cosas que se les ocurrían a los pastores que conocí, Francamente que habilidad para abusar de la ignorancia y credulidad de sus discípulos.

Enero 16 de 2007