viernes, 10 de abril de 2009

DE AFECTOS Y OTRAS HIERBAS.

Existe la creencia de que tenemos que querer a todos nuestros relacionados: hijos, nietos, hermanos, entre otros.

Para mí, esta es una verdad que está en vía de extinción, precisamente en este momento.

Que es lo que pienso acerca del tema: Si una persona tiene un hijo, evidentemente debe responder por él y puede no hacerlo por muchas razones la más común de las cuales creo que es el miedo. Miedo por supuesto a ser capaz de cumplir con la responsabilidad que emerge del simple hecho de tener un hijo. Estoy convencido de que no tenemos los elementos para juzgar a nadie por el hecho de no haberlo asumido cunado era oportuno. Es difícil sustraerse a la tentación de responder por quien ya no tenemos que hacerlo. Hay algo llamado culpa que es difícil de detectar y más difícil aun de evadir. Si embargo es necesario proceder de manera adulta. La única forma de crecer es asumir completamente nuestras responsabilidades. Si no lo hacemos, no creo que pase nada, simplemente no crecemos y eso no creo que sea ni malo ni bueno.

Con respecto al amor, creo que es más fácil querer a quien tiene una relación de sangre con nosotros pero esa no es una condición ni suficiente ni necesaria. Queremos a quien está en contacto con nosotros no importa que tan cercano por sangre sea o no.

Es imposible querer a quien no quiere o no puede ser querido e igualmente difícil es querer a quien nos impiden acercarnos, no importa cual sea la razón que esgrima quien tiene el poder de permitirnos acercarnos a quien queremos hacerlo. De las pocas cosas que aprendí en la vida está el hecho de que no tenemos derecho a acercarnos a quien no quiere que lo hagamos. Ese es el derecho a la lejanía, tan válido y humano como su contrario. A mi no me ocurre, pero si conozco varias personas que no me quieren ver ni en pintura y juro que respeto, acato y entiendo ese querer. Es más sano tener una relación natural, tan natural como sea posible en lugar de inventarnos vínculos que definitivamente no existen y que aunque alguna vez hayan existido ya desaparecieron.

De tantos familiares como tengo no hubo sino dos, sin contar a Ana Gil, que siempre estuvieron conmigo y los demás, unos más otros menos, se alejaron completamente de mi y si algunos no lo hicieron de alguna manera me mostraron siempre una distancia que los hacía sentir seguros. “A nadie le gusta que lo jodan”, esa frase resume, según Tirso Castrillón, un tratado completo de relaciones humanas y estoy de acuerdo con ello. Yo haría lo mismo que hicieron quienes me dejaron solo y no los reconvengo pero tampoco tengo por que dejar de expresar lo que siento y pienso.

Hay veces que solo podemos hallar comprensión en quienes no nos conocen y desde ahí podemos establecer relaciones sanas con otros seres humanos y afortunadamente la vida siempre nos ofrece caminos alternativos a los que siempre recorrimos. Ya lo dijo Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” y es por eso que no tenemos derecho a quedarnos quietos, tenemos la obligación de continuar caminando siempre, la vida es sabia y ella nos conduce, querámoslo o no, al que es nuestro destino.

miércoles, 1 de abril de 2009

ADICTOS

Cuántas clases de adictos hay? Podemos hacer numerosas clasificaciones pero bajo mi punto de vista no tienen ninguna finalidad práctica. Lo único cierto es que hay tantas clases de adictos como personas. Cada uno es un caso diferente.

Los que consumen droga por curiosidad o por moda, probablemente la dejaran sin mayores dificultades al pasar el tiempo.

Un consumidor, criado en un medio normal, si empieza a consumir a una edad cercana a los veinte años, probablemente pueda ser ayudado, en caso de que lo desee, por la psiquiatría. Francamente no creo mucho en la psicología como una alternativa para tratar a los adictos. Somos demasiado complejos y ella todo lo esquematiza.

¿Cuál es el problema para que la psiquiatría ayude realmente a un adicto joven? Pienso que no existe una sino tres grandes dificultades:

  • La primera, consiste en la sobre valoración que todos tenemos de nuestras fuerzas. Creemos que solos lo lograremos y si somos realmente adictos eso no ocurrirá, lo más probable es que fracasemos una y otra vez hasta que lleguemos a perder la fe en que podemos lograrlo.
  • La segunda consiste en que nos parece degradante ser tratados psiquiátricamente y perdemos de vista que simplemente estamos recibiendo ayuda de una rama de la medicina muy desarrollada por cierto.
  • La tercera es una mezcla de las otras dos, si por cualquier circunstancia nos disponemos a recibir el tratamiento, rara vez estamos dispuestos a ponernos en manos del siquiatra confiando en que el realmente sabe lo que necesitamos, tanto en dosificación como en el tiempo. Tenemos la tendencia a creer que ya todo pasó y nos equivocamos fácilmente, corriendo el peligro de que si recibimos varios tratamientos y fracasamos entonces perdemos la fe un una ciencia que realmente tiene los elementos para ayudarnos a salir de allí.

¿Qué se puede hacer entonces por un adicto?

  • Si él lo quiere podemos ayudarle en primer lugar a que identifique la gravedad del problema que tiene.
  • Podríamos llevarlo a conocer personalmente el destino que le espera si continúa por ese camino. Visitar “ollas”, cárceles, hospitales.
  • Podríamos ayudarlo a recibir un tratamiento médico adecuado.

Nada de lo que nosotros hagamos o digamos, le ayudará a quien no lo quiere y se necesita muchas veces un milagro, aunque no creamos en ello, para que cierta clase de adictos salgan de allí.

Lo único que podemos hacer es ayudarle mientras quiera y es de sabios reconocer cuando es mejor, para todos, dejarlo que siga su camino por doloroso que sea.