domingo, 20 de febrero de 2011

El dinero y yo

Creo que la relación que una persona tiene con el dinero, marca de manera significativa, su estado mental.

Siempre fue determinante en mi vida la manera como me relacioné con él:
Cuando niño, podría decir con Hemingway, que el dinero era una fiesta. Las escasas monedas que me llegaban eran inmediatamente gastadas en chucherías, la fiesta consistía en la alegría que sentía al recibirlas. Casi siempre venía de unos primos paternos, borrachines ellos, quienes al llegar a mi casa nos ponían a gritar vivas al partido político que odiaba mi padre y nos gratificaban con monedas. Mi padre se enfurecía pero era incapaz de competir con ellos y en esto no existía fidelidad ni en mí ni en ninguno de mis hermanos. Cuando estudiábamos nos daban unas pocas monedas que rara vez nos alcanzaban para satisfacer nuestros deseos. En el colegio, estábamos por debajo de la media y comparativamente con nuestros amigos de barrio éramos unos millonarios. La única manera de comernos una paleta era jugándonosla a la entrada del colegio y para ir al cine los domingos, teníamos que recurrir a tretas para manipular a nuestros padres. A medida que fui creciendo, aprendí a valorar el dinero y adquirí el hábito del ahorro, entre mis hermanos, era el único que le echaba monedas a mi alcancía y no perdía la oportunidad de trabajar para ganar dinero. La vacaciones eran la mejor oportunidad que se presentaba y en muchas de ellas trabajé. En casa, mi estatus económico era el más alto, tenía la única pieza independiente, con chapa, teléfono, radiola, música y como si fuera poco un escritorio de gerente que me acompaño varios años para envidia de todos mis hermanos, todas estas cosas las conseguí recogiendo monedas en mi alcancía. Sabía que el dinero sirve para comprar cosas y que si uno no lo tiene, lo puede recoger con un objetivo determinado. Mi padre me reforzaba mi hábito de ahorrador y vivía muy orgulloso de mí por eso.
Mi padre murió ocho días después de terminar mi bachillerato y a partir de ahí mi relación con el dinero cambio radicalmente. En mi primer año de carrera hubo una modificación notable, jamás fui exigente con mis padres, sin embargo, en este primer año me convertí, y mi madre me lo permitió, en un abusivo. Cualquier capricho que tenía, debía ser satisfecho de manera inmediata por mi madre y ella así lo hacía, me convertí en un pequeño tirano, muy especialmente en las cosas relacionadas con la facultad, cuando ocasionalmente me reclamaba por mi grosería, le decía que para que me había tenido, que ella tenía la obligación de sostenerme. Esto continuo así en mi segundo año, pero ya había un factor adicional, estaba trabajando por horas en el tiempo libre que me dejaba mi carrera y ganaba buen dinero. Mis hábitos de ahorro se habían ido para el carajo y todo el dinero me lo gastaba en putas y trago. Así viví tres años al final de estos, decidí irme para Méjico dizque a estudiar, viajé y quince días después estaba nuevamente en Colombia. Solo había una diferencia y es que en el viaje y mi último año de bebas había derrochado completamente la herencia que recibí después de la muerte de mi padre. Llegué sin un peso, eso sí, todavía tenía mi escritorio y algunas alhajas personales de primera calidad. El día que llegué, lo empeñe todo y me fui, con dos amigos, a buscar a la que era mi moza en pueblo de Antioquia llamado Valparaíso. Regresé con ella y continué bebiendo hasta que se me acabó completamente el dinero. Afortunadamente mi madre todavía tenía con que sostenerme y regresé al estudio, eso sí, cambiando de carrera. Comencé a estudiar Licenciatura en Educación y no me demoré en conseguirme unas clases en un colegio, con este dinero pude continuar tranquilamente mis farras, mi sostenimiento continuaba completamente a costillas de mi madre. El dinero se había convertido para mí en un estorbo, siempre me mantenía sin un peso y cuando lo recibía se iba inmediatamente en pagar deudas de trago, boletas de prendería y farras con mis amigos y las infaltables putas. Nada cambio en mi sistema de vida mientras estuve estudiando. Terminé mi carrera con indudable éxito y rápidamente conseguí un trabajo con excelente futuro: programador de computadores en Almacenes Ley de Colombia. Poco tiempo antes de terminar mi carrera me ennovie con una compañera y seis meses después me estaba casando. ¿Qué podía esperar ella de un irresponsable como yo?
Me había pasado toda mi vida aprendiendo a disfrutar del dinero satisfaciendo mis deseos, primero, requería algún esfuerzo, pues incluso aprendía a ahorrar, después de manera inmediata. Nunca consideré que tuviera obligaciones con nadie y eso por supuesto siguió ocurriendo después de mi matrimonio.
No es que no medio cumpliera con algunas de mis obligaciones, simplemente no eran la prioridad, primero mis deseos por primarios que fueran y después mis obligaciones. No volví a empeñar, excepto en cuatro ocasiones en toda mi vida, no lo necesitaba, mis ingresos eran muy buenos.
Trabaje siete años en Cadenalco y allí para mis obligaciones acudía con frecuencia a la cooperativa y a prestamos empresariales. Me mantenía endeudado permanentemente y pocas veces disponía de algún peso. Una gran parte de mi dinero seguía lléndose por la misma alcantarilla: mujeres y trago.
Me vinculé a Empresas Públicas durante otros siete años, ya separado de mi señora y por fortuna tuve que hacer un acuerdo por el cual ella recibía el 35% de mi salario, esos pesos fueron los únicos en mi nuevo empleo que fueron utilizados de manera razonable por mi parte. Estando allí volví con mi señora durante un año, ello debido a que logré comprar una casa y ella comió cuento de que iba a encontrarse con otra persona. ¿Cuál otra? La misma pero peor, ya había conocido la droga. Este año, de todos los que estudiaron mis hijos, fueron los únicos en los cuales tuvieron problemas permanentes en sus colegios por las demoras en los pagos de las pensiones. Al año, quedé nuevamente sólo y ya en las manos esclavizantes de la droga. Duré unos pocos años en EPM, malviví, eso sí, vivía en medio de permanente bacanales en las cuales derrochaba todos mis ingresos.
Me tuve que retirar de EPM, la casa la tuve que entregar y me quedé sin nada. Hasta este momento mis deudas eran sagradas, demoradito, pero pagaba.
Un hermano me acogió en su empresa y tres meses después estaba ganado más dinero que nunca, me conecté con la empresa Invamer Gallup y comencé a prestarles servicios de sistemas que eran sumamente rentables para ellos y para mí. Ganaba más dinero del que siempre gané y ellos pagaban menos de lo que siempre pagaron. Negocio aparentemente redondo para los dos.
El trabajo lo realizaba en la oficina de mi hermano y todos los elementos de trabajo eran suyo. Hicimos una sociedad de hecho y él me dio seis meses de gracia dizque para que pagar mis deudas. ¡Qué ingenuidad! A los seis meses no solamente no había pagado un peso sino que debía más. No pagaba mis deudas. Solamente a mi hermano y eso porque las facturas se las pagaban a él-
Estuve prestándole servicios a Invamer, asociado con mi hermano, unos seis meses, seguía manteniéndome sin un peso y para todas mis necesidades acudía a préstamos con mi hermano quien se cansó de esto y un día me dijo:
- Juan, conozco mucha gente que volador hecho, volador quemado, pero vos sos volador quemado, volador hecho y sos la única persona que conozco así. Primero te gastas la plata y después te la ganas. No deberías tener ningún problema económico, ganas mucha plata. Vas a tener que aprender a manejarla. A partir de este momento no te vuelvo prestar un solo peso. Se acabó.
Por supuesto que no le creí, pero era en serio, al otro día le pedí prestados, recuerdo, dos mil pesos, y me los negó. Simplemente cancelé mi sociedad con él y me fui a conversar con Invamer. Inmediatamente negocié con ellos para trabajar directamente por contrato y me fui feliz para sus oficinas, pues mis ingresos se iban a incrementar.
Las cosas con Invamer funcionaban con muchas dificultades, tenían frecuentes problemas por mis incumplimientos. A pesar de que mis ingresos se habían multiplicado y de que ya no daba un solo peso para la casa pasaba por más trabajos que nunca. Jamás tenía un solo peso en el bolsillo y me fui encerrando completamente en mí mismo. Nada ni nadie me importaba. Solo me interesaba el consumo. Todo el dinero, de mis trabajos, se iba en droga. Sólo separaba el dinero para pagar un mini apartamento en el barrio Belén, cerca a mi trabajo.

Esto duró unos cuatro años, al final, mandaron un ingeniero de sistemas a Puerto Rico a que aprendiera a tabular con un paquete gringo, se demoró un año para dominarlo y entonces me tuve que ir de esta empresa.
Ese fue el acabose, comenzaron unos 18 años en los cuales trabajé, casi siempre por el mínimo, con un hermano, claro que tuve periodos en donde ganaba buen dinero, pero de todas maneras el manejo del dinero siempre era el mismo. No respondía ni por mí ni por nadie, todo me lo consumía y vivía de limosna. Cuando digo trabajé, eso es una palabra, simplemente casi siempre tuve una oficina en la cual malbarataba mi tiempo y el del hermano que me apoyaba. Era mi base de consumo. En todos los años en que consumí hice muchos intentos por manejar el dinero de manera correcta. Sobra decir que todos fueron un fracaso.
En los últimos años, unos cinco, me pagaban diario y lo hacían de manera que supuestamente pudiera responder por mí. Dinero para el desayuno, para el almuerzo, para la comida y para la dormida. Aprendí a desayunar, almorzar y comer basuco. La dormida la obtenía de limosna, a veces en dormitorios evangélicos, a veces en piezas pagadas por una hermana, a veces en la calle.
Desde el día que deje la droga, ¡milagro!, aprendí a manejar el dinero. Hoy en día vivo cómodamente, sin lujos, pero sin sobresaltos, rara vez tengo apremios económicos. Y si los tengo, no hay problema alguno para resolverlo. ¿Qué paso? La verdad es que no lo sé. En el Ley tenía una intensa afición por elaborar presupuestos que nunca fui capaz de ejecutar. Hoy sencillamente los ejecuto sin hacerlos.
La simpleza de la vida no está al alcance de los jóvenes comunes y corrientes. Somos felices complicándola. Si alguien, en mis primeros treinta y ocho años me hubiera vaticinado lo que me esperaba, no le habría podido creer y si hace 10 años, me hubiera dicho como iba a cambiar, tampoco lo habría podido hacer.
¿Fui culpable de lo que me pasó ó tuve algo que ver en mi recuperación? Francamente no tengo la respuesta. Sólo sé que la soberbia y el orgullo me llevaron por el despeñadero que transité. Procedí como un dios de barro y en él me hundí sin salida posible.

¿Cuál es la razón para que una persona se convierta en adicta al alcohol o a las drogas? Seguramente hay muchas respuestas y durante muchos años traté de encontrar una y algunas veces creí haberlo hecho. La verdad es que no hay respuestas. En una de mis temperadas en la finca que tuve en Bello, me di cuenta de la razón por la que un señor, que tenía 10 hermanos y a su madre bajo su responsabilidad, era mi compañero en la finca: no era capaz de enfrentarse a la tarea que le había tocado y tampoco tenía el valor de reconocerlo, su mente, para solucionar el problema, se alejaba de la realidad y vivía en medio de alucinaciones celestiales, dejaba de responder por su familia y toda ella lo compadecía por su situación. Cuando lo conocí, no encontré ninguna relación entre nuestras historias, hoy, pienso en que tal vez sean iguales, la verdad es que el adicto no tiene que responder por nada ni por nadie, la sociedad muchas veces no lo compadece, pero igual él se escapa, sin saberlo, de todas las obligaciones que se cree incapaz de enfrentar.

Juan Bautista Vélez
Febrero 20 de 2011