martes, 20 de julio de 2010

Histori de un estilógrafo

Entre los regalos de mi papá, hubo uno que marcó el inicio de la parte más oscura de mi vida. Un día, antes de mi grado de bachiller, con mucho orgullo, sacó del bolsillo un estuchito y en él había un hermoso estilógrafo parker de oro que me entregó y me sentí tan orgulloso de recibirlo como el de regalármelo.

Quince días después se murió mi papá y durante un año mi casa se convirtió en un cementerio. En ese año estudié y lo hice como el mejor. Hubo dos cosas que me hicieron sentir como los dioses en ese mi primer año en la facultad: mostrar disimuladamente mis libros en inglés y sacar mi estilógrafo en todas las oportunidades que se me presentaban. El mismo día en que terminé mi primer año de carrera, comencé a trabajar, por horas, en una empresa de comunicaciones propiedad de un profesor de la facultad. ! Ahí fue Troya!

Comencé a beber prácticamente desde mi primer pago, mi mamá para mi eterna desgracia, nunca me obligó a asumir ninguna responsabilidad y aprendí a ser un irresponsable. Todo mi dinero lo derrochaba en trago y putas. La relación con mi mamá se convirtió en un odio para con ella que se manifestaba sin que tuviera ninguna conciencia de lo que me pasaba. Ella, débil como ninguna, se convirtió en dócil marioneta en mis manos. No le pedía nada, todo se lo exigía, seguí creciendo, a pesar de estar ya crecido, convencido de que todo me lo merecía. Cuando se me acababa la plata en medio de una farra, ahí estaba el estilógrafo, que me sacaba de penurias. Lo empeñaba y mi mamá, maliciosa como siempre fue me preguntaba:
- Juan, ¿Dónde está el estilógrafo?
- Por ahí- era siempre mi respuesta
Doña Ana no comió cuento, siempre fue muy jodida y una vez, nunca lo olvidaré, después de un empeño, se me aparece con el estilógrafo y me lo entrega con estas proféticas palabras:
- Juan, no empeñes, se te convierte en un vicio
- La rabia que me dio cuando me lo entregó fue de padre y señor mió.
No le quedaron ganas de intervenir nuevamente en este aspecto de mi vida. En represalia, regalé el estilógrafo ¡para que aprendiera! ¡Que idiotas eran mi soberbia y mi petulancia!

La verdad es que ella no aprendió y yo muchísimo menos. Desde esa época, hasta unos años antes de su muerte, ocurrida 40 años después, conservé el mismo tipo de relación con ella.

Antes de la muerte de mi padre era un ahorrador de raca-mandraca y así logré, moneda a moneda, comprar semejante escritorio de gerente, ya se lo quisiera Nicanor, recuerdo que lo compré en Sears Roebuck, allá donde queda actualmente el Éxito de Colombia, pues bien, este fue otro de los bienes que empeñaba cuando se me acababa el dinero para beber y mi vieja, pobre vieja siempre resultaba pagando el pato. Acudía a ella cuando se me iba a quedar y me mandaba para donde su viejo amigo el padre Ángel quien siempre me daba el dinero para sacar nuevamente el escritorio.
Después, durante años ella se dedicó a viajar y prácticamente despareció de mi vida Venía y la veía ocasionalmente y en las veces que le quise sacar plata no lo logré porque mi hermana era su administradora y me imposibilitaba el acceso a sus billetes. Sin embargo siempre la torturé tratando de manipularla para que me diera plata, sin necesitarla realmente, y no pude.

Tuve durante algunos años ingresos suficientes para vivir en medio de una rasca permanente y en el entretanto sus bienes desaparecieron de manera que no viene al caso analizarla.

Cuando pasó el tiempo y yo también perdí mis ingresos me dedique a consumir de cuenta de los demás, y fue ella la única persona a la cual le quitaba, íntegros los pocos pesos que lograba conseguir y que se escapaban de la agalla de mi competencia, otro hermano incluso más vividor que yo.

Todo pesito que le llegaba terminaba en mis manos. Cuando digo pesito, no es una figura literaria, nadie le daba nada que valiera la pena por temor a que terminara en mis manos y la verdad es que en ellas terminaba.

A veces, cuando salía de su casa con los pocos pesos que le había quitado, trataba de llegar algún remordimiento pero nunca fue lo suficientemente intenso ni para molestarme realmente ni para llevarme a cambiar en mi actitud para con ella. ¡Cuánto dolores le cause! Pobre vieja, como hubiera sido de diferente su vida si no hubiera sido tan débil para ceder siempre a mis demandas. ¿Cuándo imaginé en mis gloriosos la manera en que me iba a comportar con ella con el paso del tiempo? Jamás. Aprendí, pero a veces me pregunto: ¿Pude aprender más fácil? Por supuesto que no hay respuesta, la verdad es que la vida es como es y ella es la maestra que nos enseña, querámoslo o no a los que tenemos la suerte de sobrevivir a sus lecciones y me siento muy agradecido por eso.