jueves, 17 de septiembre de 2009

Siete balazos por un bazuco

En aquella época, pleno apagón de Gaviria, me la pasaba , prácticamente todo el tiempo, en dos casas, una al lado de la otra, que quedaban en la carrera el Palo con la calle 42 de Medellín, cerca de la tenebrosa zona de Niquitao, en ninguna de las dos vendían basuca aunque en las dos nos manteníamos fumándola. Los que tenían mucha plata mandaban comprar la basuca a los que no tenían, pocas cosas se agradecían más que el hecho de que uno fuera el escogido para ir a comprarla, eso implicaba un basuco para el mandadero. Una noche, a eso de las tres de la mañana, me quedaban seis basucos para fumármelos mientras amanecía y los estaba tasando como se tasan los tesoros que no han de volver, en esas me dijo el marica Alberto:
- Don Juan, que si quiere ir comprar 10 y le dan uno.
- Claro Alberto, listo
- Espéreme, voy por la plata
Esperé unos dos o tres minutos y volvió Alberto con cara de circunstancias:
- No don Juan, va a ir el mono. Bregué mucho para que lo mandaran a usted, pero el mono se impuso y como la Rosa es la que manda.
- Tranquilo Alberto, que se va a hacer.

Con esa frase ocultaba mi frustración. Un basuco es un basuco y acababa de perderlo. Nada me importaba que la calle estuviera completamente a oscuras, ni que esa compra fuera en las ollas de Niquitao, ni que todos los días mataran una o dos personas en esa zona.

En esos momentos llegó el mono hasta la puerta, me miró con socarronería y se marchó a hacer su vuelta.

Cinco minutos después se escucharon una serie de disparos que nadie alcanzó a contar, lo único claro es que eran más de cinco. Todos nos quedamos preguntando que habría pasado.

Transcurridos otros diez, la mayoría de los contertulios habituales de la casa comenzamos a preguntarnos se los balazos habrían sido para el mono, si en ese caso se habría volado o que habría pasado. Lo cierto es que el mono no llegaba. A las cuatro de la mañana, el comprador frustrado me solicitó uno de mis basucos en préstamo “mientras viene el mono”. Creo que él como nosotros ya sabía que el mono no regresaría. Inmediatamente le dije que no y agradecí interiormente que cualquiera que hubiera promovido el cambio de mandadero, éste se hubiera realizado.

A las 5 y media de la mañana, alguien se atrevió a salir de la casa por primera vez después de los balazos. Llegó diez minutos después, si señor, fue el mono. Lo persiguieron por Niquitao, se escondió debajo de un carro, aquí, en la cuadra de arriba, lo encontraron y le metieron siete balazos. En este momento los curiosos estaban esperando que vinieran a hacerle el levantamiento. Yo no me lo creía, me salve nuevamente. La verdad es que cualquiera de nosotros, los basuqueros de entonces, nos hubiéramos hecho matar por ganarnos un basuco. ¡Que tristeza! Julián fue uno de los que fue por la tarde a la morgue a identificarlo y vino impresionado por la familia del mono, eran cinco hermanos, todos profesionales y de buena posición social. Con seguridad que agradecieron que su problema se hubiera terminado. La realidad es que el no era ningún problema para nadie, excepto para si mismo. Su vida era un desperdicio y un dolor de cabeza ocasional para su familia y nada más. Por eso, ahora que salí de allí, me siguen dando rabia las llamadas limpiezas sociales.

3 comentarios:

JuanDavidVelez dijo...

Día del amor y la amistad, creó que se hace necesario elevar una plegaria por Guineo.

Unknown dijo...

Hombre Juancito, Dios te debe tener para algo muy grande, tantas escapadas de la muerte, por algo será.

Jorge dijo...

Cuando uno está curao, está curao y no le entran las balas Mc Fly!