domingo, 20 de septiembre de 2009

Una moto para el Jíbaro

Aquella noche, como tantas otras, había llegado muy temprano donde el mueco y ya sólo me quedaban cuatro mil pesos para dos basucos. En esas tocaron la puerta y para mi alegría entró Pedro María, era este un joven de unos treinta años, trabajaba como mensajero en una empresa de la ciudad y venía, como otras veces a pegase una rumba para gastarse su pequeño salario en sentirse rico por una noche. Y lo consiguió, éramos siete personas las que estábamos esperando, antes de su llegada, que se nos apareciera la virgen, y se nos apareció. Los siete estábamos sentados con él. A mi me sacaron del parche por razones incomprensibles para mi. De los siete yo era el que más gastaba en esa casa y sin embargo al mueco le daba como rabia que me invitaran. Me retire sin decoro alguno y ocasionalmente me daba una pasadita por allí para que me invitaran a un pitazo cosa en la que obtenía éxitos ocasionales. Poco duró el sueldo de nuestro amigo el mensajero, en unas tres o cuatro horas se evaporaron en humo los cuatrocientos mil pesos con los que llegó, y realmente no entiendo como le pudieron durar tanto. Pero quien dijo miedo: allá en la puerta estaba su flamante vehiculo, adquirido a crédito con mucho esfuerzo para poder cumplir con uno de los requisitos más importantes de su nuevo cargo: “Se busca mensajero con moto”. Dicho y hecho, con ese respaldo Pedro María aseguraba su reinado por varias horas más y Mi`apá lo respaldó:
- Miguel, ¿me suelta unos cosos en la moto que se me acabó la plata?
- Claro Pedro, entrégueme la llaves y la matricula y pida hasta un melón doscientos
- No, yo que voy a pedir todo eso, es para fumarme unos cosos.
- Hágale, usted verá hasta cuando.

Obvio que Miguel sabía que la moto se iría enterita y desde hace rato él había tomado las medidas para que a Pedro no le faltara nada.

Pedro siguió como nuevo rico hasta bien entrada la mañana del nuevo día, al fin, como siempre pasa, el fiado se acabó y a pesar de su insistencia no pudo conseguir un peso más. En esas circunstancias vino Pedro a caer en cuenta de lo que había hecho. Me parece que lo veo dándose con la cabeza contra los muros repitiéndose insistentemente, ya en la soledad de los sin plata: “Yo si soy mucho hijueputa tan guevón”

Pedro María perdió su trabajo y nunca pudo recuperar su moto, Miguel le tuvo que financiar cincuenta mil pesos en una corta rumba para que le hiciera el traspaso de la moto y me lo volví a encontrar en otra rumba similar cuando logró que le pagaran el primer salario de un nuevo cargo que logró conseguirse. ¡Que desperdicio!

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