domingo, 12 de julio de 2009

Mariu

Tenía nombre de tango: Se hacía llamar Mariu En mi vida conocí dos mujeres muy extrañas y ésta era una de ellas. Una mujer muy atractiva, como casi todas las que se relacionaban conmigo, era una prostituta aunque la verdad es que nunca supe de nadie que lograra acostarse con ella. Pretendí hacerlo y se metió complacida conmigo a la pieza, estábamos en el pasatiempo favorito de los dos: fumábamos basuca. Era un águila, cada que pretendía llegar a su cuerpo, se hacía la sicosiada y yo fracasaba en mi intento. Cuando se me acabo la droga, se retiró olímpicamente de la pieza, invicta por supuesto. Jamás volví a intentarlo. Teníamos, además de la droga, algunas cosas en común. Éramos idealistas a morir, a pesar de los sórdidos ambientes en que transcurrían nuestras vidas, ambos seguíamos creyendo en el ser humano, en su bondad y en un algo que por más que buscábamos no podíamos encontrar. Coqueteaba conmigo en ocasiones y apenas captaba mi lujuria se retiraba ofendida. No se si creía que yo no tenía cuerpo. Le molestaba sobremanera que la mirara con ganas y siempre que estaba un rato con ella me pasaba lo mismo, el deseo se me salía por todas partes y ella lo captaba inmediatamente y se retiraba de manera precipitada.

Su rareza consistía en la manera en que trataba a los hombres, no era lesbiana y le huía a los hombres, parecíamos asustarla.

La veía todos los días y en cierta ocasión se perdió. La extrañe bastante y días después se supo que había accedido a que sus hermanos la internaran en un centro de rehabilitación.

- Hablar de sus hermanos es cosa seria, eran cuatro, sicarios de profesión. Los conocí un día en que Mariu tuvo un tropel con el hijo de la dueña de la casa. Ella muy berraca los llamó y se arrepintió inmediatamente. Ya era tarde, no pudo volver a comunicarse con ellos para decirles que todo había sido un malentendido. Había salido inmediatamente para la casa donde estábamos. La señora de la casa re rogaba al hijo que se fuera y no quiso. Al fin cuando llegaron los hermanos, Mariu logró convencerlos de que no había pasado nada y ellos se fueron con muchas dificultades. Se les veía por encimita las ganas de cascarle al hijo de la señora pero no lo hicieron por respeto con la hermana: la idolatraban. –

Un día, estábamos los mismos de siempre haciendo lo mismo de siempre cuando llegó Mariu. Venía en una elegancia que ni pa´que. Estaba estrenando de todo y traía un maletín muy elegante lleno de ropa nueva, se voló del centro de rehabilitación. Me alegré mucho de verla y después de un buen rato, agotó los recursos que tenía: algunos pesos, maletín, alhajas y ropa, salió desesperada a tratar de conseguir algo más. Regresó ya de noche, venía completamente en pelota y entro llorando a la casa.

- ¡Hijueputas!, decía. Ah malparidos, pero vamos a ver.

La vistieron de cualquier manera, con ropa prestada y salió como alma que lleva el diablo. Volvió 15 minutos después con un rostro radiante y no volvió a salir de la casa hasta las dos de la mañana, se retiró sin llamar la atención y ya jamás la volví a ver.
Serían las tres de la mañana cuando escuchamos aterrados una tremenda balacera, duró cosa de 5 minutos. Todo quedó en silencio y nadie supo que había pasado, estábamos en pleno apagón de Gaviria y ninguno se atrevió a salir. Al rato llegó un visitante, contó que habían llegado tres carros, de ellos se bajaron una diez personas, todas enchaquetadas y sin decir nada tumbaron a bala la puerta de casa donde vivían los atracadores de Mariu, allí se metieron y masacraron sin misericordia a todos los que se encontraban en esa casa: siete hombres, tres mujeres y dos ancianos.

Nadie sabe quien fue pero todos metieron a los hermanos de Mariu, con excepción del hijo de la señora, el siempre sostuvo que ellos eran puro bluff. Yo que vi la dificultad que les dio aguantarse el día en que vinieron por él, pensé: pobre jiquerón, no supo del agua que lo pudo mojar. Los seres humanos morimos siendo idiotas. ¡Que pesar!

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