martes, 10 de marzo de 2009

BACHILLERES

Era un 30 de Noviembre de 1962. Un grupo de jóvenes lleno de optimismo se preparaba a recibir el grado de bachiller en el Liceo Nacional Marco Fidel Suárez. Todos creíamos tener claro lo que nos proponíamos hacer con nuestro futuro. Unos deseábamos entrar a la universidad, elegir una determinada carrera, alcanzar un brillante futuro, conformar una familia, conseguir un trabajo. Había idealismo, deseo de hacer algo útil con la vida. Cómo quisiera tener o recordar siquiera las palabras con que nos despidieron en esa noche decisiva en nuestras vidas.

¿Qué fue de tantos sueños? ¿Qué fue de aquellos jóvenes? Esa fue la última vez en que estuvimos todos reunidos. Ocasionalmente nos hemos encontrado. En alguna oportunidad hicimos reuniones relativamente concurridas. ¿Pero todos juntos? No. No nos hemos dado la oportunidad de repetir esa experiencia. En mi corazón se conserva la ilusión de lograrlo. Algunos ya no están, viajaron a otros puertos. Otros estarán en otros países, pero muchos estamos aquí, en Colombia. Tenemos que recordar que soñamos juntos, que crecimos en medio de risas, de esfuerzos y de luchas que querámoslo o no crearon lazos que aunque debilitados por el paso del tiempo y de la vida permanecen ocultos en el fondo de nuestros corazones para que en un día no muy lejano se fortalezcan y nos permitamos un abrazo de compañeros y amigos. No importa que continuemos nuestras vidas, un abrazo nos devolverá por breves horas a un pasado lejano. A un pasado que está lleno de recuerdos agradables. Como duele crecer. Cuantos de nosotros somos padres, abuelos, esposos. Cuantos de nosotros tuvimos dificultades que muchas veces nos hicieron ver la vida como un callejón sin salida. Cuantos de nosotros conservamos la alegría que nos impulso en nuestra juventud. Cuantos estamos encerrados en una amargura que aunque carente de sentido no deja de hacernos parecer la vida como un absurdo. Cuantos damos gracias por el milagro de la vida. Por el milagro del amor de aquellos que nos acompañan en nuestro camino.

Soy un convencido de que la vida tiene un sentido. La vida es una maestra. Nacemos y comienza el aprendizaje. Nos pasamos muchos años aprendiendo a sobrevivir.
Nos pasamos muchos años aprendiendo a ignorarnos a nosotros mismos. Creemos que la vida son las cosas que nos pasan. Creemos que nosotros somos los protagonistas de todo lo que hacemos, creemos y sentimos. Cuando nos damos cuenta que la vida es otra cosa, cuando nos damos cuenta de que nos somos aquellos que creemos, en ese momento realmente tenemos que comenzar a olvidar lo aprendido, a encontrarnos con nosotros mismos. Es un regreso al ser. Es un regreso a las fuentes que dieron lugar a lo que somos. Este des aprendizaje puede ser más doloroso que el aprendizaje. Cuando parecía que habíamos llegado a un lugar seguro, nos damos cuenta que todo era una fantasía.

Cuanto ignoramos sobre nosotros mismos. Aprendimos mucho de todo. Conseguimos muchas cosas o si no las conseguimos vivimos eternamente frustrados. Nada importa. Sólo importa nuestra situación interior. ¿Hemos crecido? Hoy, casi cincuenta años después de haber terminado tendremos otra oportunidad para estar con aquellos que crecimos. A medida que sigan pasando los años nos seguiremos yendo. ¿Cuántos quedan? ¿Cuántos se irán el año entrante y no tendrán la oportunidad de reunirse con nosotros? La vida es un misterio profundo.

No hicimos un mosaico cuando jóvenes pero podemos hacerlo cuando viejos. Si hubiéramos hecho una revista expresando en un pensamiento lo que cada uno de nosotros esperaba de la vida: ¿Qué tanto se habría aproximado a lo que encontramos en ella? Ojala que pudiéramos decir cómo el poeta:

Vida inquieta y loca, yo no te maldigo
Nunca en mis angustias, renegué de ti
Porque igual que a hembra que se ofrece plena,
Vida inquieta y loca, yo te poseí.

No hay comentarios: