martes, 25 de agosto de 2009

Un trabajo urgente

El trabajo lo había comenzado a tabular a mediados de diciembre y nadie me advirtió de la necesidad de terminarlo antes del 30. Trabajé muy relajado en esa tabulación y en la semana del 24 me perdí de la oficina, como la hice en muchas ocasiones anteriores.
Fue el 22 cuando salí de la oficina con cincuenta mil pesos que logré sacarle a Álvaro y el dinero como siempre se fue en cuatro o cinco horas, después seguí fumando basuca con los escasos recursos que conseguía con los amigos que todavía se dejaban molestar, eso nada me importaba, estaba muy acostumbrado.
El 26, en las horas de la mañana, caminaba sin esperanzas cerca de la plaza donde acostumbraba mercar, por más que pensaba no lograba encontrar un sitio ni un amigo con quien conseguirme un peso. Nada más lejos de mi mente que el trabajo que tenía suspendido. En esas sentí un pito que tocaba y tocaba insistentemente sin que a mi se me ocurriera mirar. ¿Quién me iba a pitar a mí?
Entonces escuché que alguien me llamaba insistentemente:
- Juan, Juan. Volteé a mirar y, para mi profunda tristeza, al frente se encontraba Álvaro, el amigo que me había encargado la tabulación. Tenía tanta pena que no me atrevía ni a mirarlo.
- Juan, montate por favor. Me monté y el siguió:
- Juan, ¿qué te pasa? Estoy urgido de ese trabajo, la señora se va el primero de enero para Inglaterra y debido a tu demora logró que le concedieran una cita extraordinaria el 31, imagínate, por la fecha, la urgencia que tienen. No me causés más perjuicios.
- ¿Tenés demasiada ansiedad?, - Me preguntó
- Sí Álvaro, estoy desesperado por fumar de esa cosa. Sobra decir que, cuando el me hizo la pregunta, inmediatamente vi que tenía la oportunidad de conseguir con qué seguir fumando.
- Hagamos una cosa, me dijo. Te vas para la oficina a terminar el trabajo, llevás la basuca que querás y fumas allá, trabajando, hasta que termines. ¿Podés trabajar fumando?
- Claro que sí.
- Si se te acaba, me llamás a la hora que sea y vamos a comprar para que no te me volés. Eso sí, te dejo encerrado.
- Listo Álvaro
Dicho y hecho, salimos inmediatamente para la cercana plaza donde yo mercaba y allí para sorpresa de mi jíbaro preferido, al cual le estaba rogando hacia 20 minutos que me fiara un coso, llegué en carro y, sin preámbulos, comprando 30 cosos.
Nos fuimos inmediatamente para la oficina. Me dejó instalado con la recomendación de que lo llamará apenas se me acabará, cerró la puerta y se fue.
Yo no me la creía. Desesperadamente me fui para la oficina, me ubiqué en que punto del trabajo había quedado y ¡a trabajar!
El trabajo consistía en la tabulación de una encuesta orientada a seleccionar el logo de una empresa importantísima del municipio de Medellín cuyo lanzamiento ocurriría el 15 de febrero y los tiempos estaban limitadísimos para la impresión de lo todo lo relacionado con el logo.
Sabía exactamente qué debía hacer y mi trabajo era muy sencillo: programaba el computador para que trabajará unas dos horas y mientras el computador trabajaba yo fumaba y fumaba sin parar un minuto. Cada que terminaba una etapa de dos horas, paraba la fuma, programaba otras dos horas y arranque. Inmediatamente se me estaba acabando la basuca, llamaba a Álvaro e íbamos juntos por más. No importaba la hora del día o de la noche. Él siempre respondía a mi llamada. Lo llegué a buscar a las tres de la mañana y allí estaba a los veinte minutos.
En esas me la pasé durante cuatro días, no sobra comentar que no dormí un solo minuto, no lo necesitaba. Terminé mi trabajo, me pagaron los pocos pesos que me quedaron y ese día, después de tantas cagadas como le hice, Álvaro por fin tomó la sabia decisión de echarme para la quinta porra.
El trabajo quedo de primera, nada más estimulante que lo que mi amigo hizo para atraparme, a mi amigo, a quien la contrató y a la empresa del logo no les pudo ir mejor.

Después de esta experiencia con mi amigo mi good will en la plaza subió como espuma todos supieron que mi capacidad laboral era importante para por lo menos una persona, el jíbaro siguió confiando ciegamente en mí durante dos o tres semanas y se portaron conmigo como con un príncipe durante el mismo tiempo. No fue otra la razón por la cual acompañé siempre a Álvaro a comprar la basuca, mi estrategia resultó de maravilla. Álvaro, no faltaba más, dejó de darme trabajo durante unos dos años.

No volví más a su oficina aunque él nunca se alejó completamente de mí. Siempre estuvo y continúa estando conmigo. Conservo por él un cariño que me acompañara hasta la muerte. Su humanidad me impacta verdaderamente. Es el prototipo de las personas con las que cualquiera puede contar. Sólo el era capaz de comprender la intensidad de la ansiedad que obliga a un adicto a hacer cosas que realmente no quisiera hacer y aunque mi concepción de Dios sea es incierta, le pido en este momento que lo bendiga.

5 comentarios:

JuanDavidVelez dijo...

Mucha gente feliz en este cuento de navidad: el jíbaro vendió, vos compraste, Alvaro entrego su trabajo, la señora lo recibió. Lo único que falto fue un policía feliz, un policia sobornado bien feliz.

El viejo J.B. dijo...

Todo depende del cristal con que se mire. No había caido en cuenta y tenes razón, el problema continuó en enero. Si, es un cuento apenas para navidad. !Qué perspicacia la tuya!

JuanDavidVelez dijo...

Ademas de un cuento de navidad esa historia también es una canción de vacaciones.

Oí, de toda esta serie de entradas me quedan algunas dudas.

1. El lenguaje. me imagino que ese mundo tiene su propia jerga, ¿vos la dominas?, o por el contrario sos ahí moviendote como un pez fuera del agua, ¿vos dominabas las palabras de tu adiccion?

2. Las cuentas. ¿Esos manes en su puesto de trabajo tienen calculadora?, ¿o hacen las cuentas escribiendo?: "vea sus tres le devuelvo 5000, ya lo atiendo mi amigo que vea que estoy ocupado con el señor". ¿Habia orden administrativo en ese lugar?, es decir, el inventario no se descuadraba, nunca había agotados, el negocio crecía.

3. Los horarios, ¿a que horas abren y a que horas cierran?, ¿trabajan todos los días?

4. Valores (lugares comunes). ¿Allá existe la palabra "honestidad"?, de pronto que un jíbaro dijera "es que hay gente muy deshonesta", o, "se han perdido los valores", o que dijera "esto esta muy malo, ya no es como antes que eran filas y filas"

En fin.

El viejo J.B. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
El viejo J.B. dijo...

Hay que ir en orden, pareces un visitante ocasional, realmenete mis otras entradas te podrían dar algunas respuestas a tus razonables inquietudes. Sin embargo en atención a mi primer comentarista serio paso a :
1- Realmente yo no conversaba con nadie y era un ser extraño en el mundo en que viví tantos años. Imaginate que nio siquiera sabía fumar.
2- Realmente la cuenta era muy fácil, cada basuco costaba 1.000 y no habían arandelas fiscales ni descuentos. Uno siempres cogía al jíbaro desocupado, con mi miedo a la policía ni riesgos de hacer cola. Siempre solo. Creo que a veces se descuadraba, por eso no fiaban, sin embargo ocasionalmente, por error, se venían dos por uno, sin embargo el negocio daba para eso. Era un negocio más prospero que cualquiera del mundo de los negocios formales. A veces se agotaba kla mercancia y eso generaba colas impresionantes, 20 o más personas pendiente de que llegara y a veces se generaban tumultos preocupantes para todo el mundo. No todo el mundo era tan paciente o miedoso como yo.
4- Guineo era admirablemente honesto y a mi me tenía en la buena, si yo mandaba comprar y me tumbaban capandome la mercancia, inmediatamente bajaba, le mostraba el coso a Gunieo y él obligaba al torcido a pagarme lo capado. Era de una seriedad en los negocios que destacaba en ese ambiente tan sórdido. !Malo el negocio! Nunca le oi esa expresión. De lo que si se quejaba ocasionalmente era de los tombos: no dejan trabajar, se la quieren llevar toda. Hacía respetar a sus clientes. En una ocasión cogio a machete a uno que le quería atracar un cliente. Por eso me pareció tan extraña la historia que originó su muerte.