El primero fue Hernancito, tomaba pastillas de seconal y apacil por allá en los años sesenta y murió a sus 20 años por una sobredosis. Era mi amigo y se degeneró consumiendo trago pastillas y marihuana.
El bizco Ochoa, lo mataron a sus veintidós años, era compañero de farra de Hernancito y lo mataron después de un atraco.
La gorda Mora, consumidora de basuca con monedas conseguidas en sus recorridos nocturnos, pedía plata al que se le atravesara para consumir con su mejor amiga. Ésta la hizo matar porque la mantenía cansada.
El negro Juan, lo mataron porque se equivocó al atracar a un tipo demasiado bravo. También consumía basuca junto a la facultad de medicina de la UDA.
Banano, jíbaro de la esquina donde consumía el negro Juan, lo mataron por la misma razón del negro.
Quique, rebuscador de la esquina donde consumía el negro Juan, lo mataron por la misma razón del negro. El atraco lo hicieron entre los tres y a los tres se los cobraron.
Miguel, un pastillero que se mantenía donde doña Libia, en el palo con la 42, lo contrataron para matarme, estaba conmigo y se tomó unas patillas para darse valor, logré volármele y regresé a la tres horas y me recibieron con la noticia de que se había matado tirándose en un charco y estaba tan trabado que cayó afuera. No sobra advertir que me volé a las dos de la mañana y el se tiró al charco a la cinco AM. ¡Cómo sería la traba!
Lucía, una jíbara que se encargaba de la droga en una casa en buenos aires, se dedicó a robarles a los clientes tirándoles chuzo, cuando menos lo pensó, llegaron tres tipos a la tres de la mañana y le pegaron dos balazos después de tumbar la puerta. No tuvo tiempo de montar en su caballo.
Cinco vecinos de doña Libia, una noche, precisamente la misma en que atracaron a Marión y la dejaron en pelota, cinco fueron los vecinos que mataron en una masacre que no vi pero no olvido. A la que si vi fue a Marion llegar muerta de la rabia el día de su atraco, en pura almendra a la casa de doña Livia.
Siete fueron los muertos en la Guayana, los mataron para desacreditar el sitio porque no habían pagado la vacuna que semanalmente le daban a la policía. Era un sitio tan deprimente, que a mi, que todo lo había visto, me daba miedo ir. Los muertos eran siete miserables adictos a los que no les importó morir con tal de hacer lo único que sabían: consumir basuca.
El mono, era una persona de aspecto relativamente distinguido, lo mataron de siete balazos, una madrugada en que salió a comprar diez basucos para que le regalaran uno y le pagaron con plomo. Esa noche, en pleno apagón de Gaviria fui yo la persona encargada inicialmente do comprar los basucos de la muerte.
Juanita, trabajaba como campanero donde Javier, era un marica muy apreciado en el negocio de basuca de Javier, una noche me dijeron que lo habían matado y juro que lo vi a la semana siguiente. Después nunca lo volví a ver y me confirmaron que realmente lo habían matado. Nunca supe que pasó: ¿lo ví, lo imagine, me anticipe a su muerte?
Juancito, un pelado que se mantenía escuchando un disco llamado Juanito Alimaña:
"La calle es una selva de cemento
y de fieras salvajes, cómo no
ya no hay quien salga loco de contento
donde quiera te espera lo peor
donde quiera te espera lo peor
Juanito Alimaña con mucha maña llega al mostrador
saca su cuchillo sin preocupación
dice que le entreguen la registradora
saca los billetes, saca un pistolón. ¡Pum! "
y muerto de ganas de hacer una vuelta para salir de pobre. Al final pudo hacer la vuelta, recuerdo la cadena de oro tan estrambótica con la que se la pagaron y recuerdo mejor que tres días después desapareció para siempre porque es muy común que una vuelta la paguen con otra destinada al que hizo la primera.
sábado, 31 de octubre de 2009
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1 comentario:
¿Que es esto?, al parecer al bloguero lo tienen trabajando, o tal vez es que la señora ahora si lo puso a marchar, hermano, un poco de humanidad, todos esos muertos se merecen una entrada un poquito mas elaborada. El capitalismo no deja espacio para que a la gente la recuerden con calma.
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