jueves, 15 de enero de 2009

Libros

Comencé a leer cuando era niño, colecciones completas de unos cuentos pequeñitos que venían en paquetes de 10. No recuerdo el nombre de la colección, pero me los leí todos. Por supuesto los clásicos de la literatura infantil: La cenicienta, Simbad el Marino, El gato con botas, Ali Babá y los cuarenta ladrones etc. Nada más emocionante para mí que comenzar con Las Mil y Una Noches, para mi tristeza, no pude terminar todas las historias de Sherezada, me lo quitaron por ser un libro prohibido, claro está que yo no conocía esa palabra en las lecturas. Me juré leerlo completo cuando fuera grande y nunca cumplí mi juramento. El primer libro que leí se llamaba Mujercitas de Louise M. Alcote. Ese libro me enamoró de la literatura. Leí también Hombrecitos de la misma autora. Como quise a la líder de las mujeres del primer libro. !Mi primer amor! Creo que ese fue el origen de mi trasnochado romanticismo. La verdad es que fui muy juicioso y nunca leí nada prohibido, era muy obediente. También me marcaron los libros del tesoro de la Juventud. Como me llamaba la atención ese Libro de los porque. Nada más maravilloso que saber que existían bibliotecas. Cuando descubrí la Piloto, que en esa época quedaba en La playa me hice asiduo concurrente de la misma. Cuantos libros de aventuras no leí allí: Dick Turpín me fascinaba, Sandokán y otros de la misma clase. Allí, por fin, pude conocer la historia completa de Tarzán de los monos. Apenas pude saque carné y libros, todos ellos eran criticados de manera acerba por mi hermano mayor. Todavía recuerdo el único que fue aprobado por él, se llamaba: Como aguzar el ingenio y me entretuve mucho con él. También leí todas las revistas de muñequitos que llegaban a mis manos: Superman, El Cisco Kid, La pequeña Lulú, Roy Rogers, El Pato Donald. Mi primera incursión en la pornografía fue emocionante, compré Fanny Hill, historia de una cortesana. Fue el primero y único libro que leí de este genero. Ya mayorcito compré revistas pornográficas suizas que en esa época eran carísimas y mi hermana y mi señora me botaron completa mi invaluable colección: quince revistas. La verdad es que no me apasioné por este género. Al pasar el tiempo descubrí el mundo de la Poesía. Me los leía todos: Rubén Darío, Silva, Barba Jacob, Valencia, Julio Flores, Álvarez Henao, Fallan, Acuña, los Machado, Gabriel y Galán, Alberto Ángel Montoya, Alfonsina Storni, José Zorrilla, Andrés Eloy Blanco, Pablo Neruda, Epifanio Mejía y tantos otros. Más tarde me encontré con La Novela. El primer autor que leí fue a Herman Hess, me enamoré de sus libros, los leía todos. Después me llegó la época de León Uris, de León Tolstoi, de Pearl S Buck, Jhon Steinbeck. Quería leer todos los libros que había oído mentar. Libro que empezaba, libro que tenía que terminar. El primero con el que me aparté de esta norma fue un ladrillo que se llama El tambor de hojalata, con él tomé la decisión de no seguir leyendo un libro que no me gustará. Una vez llegó a mis manos un libro llamado José y sus hermanos de Tomas Mann y me fascinó, desde ese momento me propuse leer La Montaña Mágica y con él me aparté de mi nueva norma, logré acabarlo buscando a que se debía su fama y la verdad es que me decepcionó mucho, tal vez era tanta la expectativa que no logré encontrarle el jugo.

Leí a García Márquez hasta sus Doce cuentos peregrinos, no volví a leerlo. Últimamente estoy leyendo mucho cuento y lo hago porque tengo la intención de escribir, el único problema es que me muero de la pereza.

De todas manera me sigue pareciendo que una de las mejores maneras de perder el tiempo es leyendo. Me produjo mucha sorpresa cuando trate de releer Veinte canciones de amor y una canción desesperada: no me dijeron nada. ¿Cómo es posible que cambiemos tanto?


Enero 15 de 2009

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